El ambiente del clásico tardó en calentarse

Estadio lució zonas con butacas vacías; morados eran menos, pero salieron felices

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Alajuela. Las graderías del Morera Soto lucían solitarias en algunos sectores. La fanaticada manuda, que no logró llenar todas la butacas, estallaba de júbilo en las afueras del reducto, mientras la del equipo saprissista era cautelosa, para luego deleitarse con la victoria que consiguió su equipo.

Para los revendedores, la afición resintió el rendimiento de ambos cuadros, mientras que para los comerciantes la fecha en que se disputó el encuentro no era favorable, pues no coincidió con pago de quincena.

El primer acercamiento a un ambiente propio del deporte rey se produjo con la llegada de los jugadores rojinegros, cerca de las 3:45 p. m. Ese fue el detonante, la razón que avivó a los hinchas del equipo erizo, el bullicio que despertó en ese momento la furia del león.

Con el arribo del plantel tibaseño, la historia no fue la misma. Los jugadores del Saprissa ingresaron al reducto media hora más tarde que el archirrival, pero su afición aún no se manifestaba con intensidad. Es más, su presencia fue casi escasa durante y previo al juego.

“Clásico es clásico y yo espero vender a última hora todas las entradas que adquirí”, contó Elmer Barrantes, revendedor alajuelense, que mantenía la esperanza de vender todos los boletos.

Lo que no faltaron fueron los atuendos llamativos de la afición.

Rolando Jiménez, vecino de Guachipelín de Escazú, llegó al partido con sus tradicionales botas de cuero saprissistas. “Tienen casi seis años, son cien por ciento de cuero, el morado por ejemplo lo trajimos de México”, detalló.

Del lado rojinegro, fue común observar a los seguidores lucir gorros de peluche con diseño de león o sombreros grandes y vistosos. Luego salieron cabizbajos.