Cristian Montero: El ermitaño sin Facebook que se refugia en la iglesia, el fútbol y su esposa

El zaguero que nació liguista hoy se considera un herediano más. Nunca abrió Facebook y si pudiera no tendría celular. Aun en medio de su soledad vive el fútbol intensamente, cuando el retiro ya le pisa los talones

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El vestuario de Herediano lo llamaba ‘Wilson’, como la pelota que acompaña a Tom Hanks en la película Naufrago; solitario y silencioso, Cristian Montero no tiene Facebook y no le hace falta. Cuenta a sus verdaderos amigos con una mano, literalmente (dice que tiene cinco amigos).

Otros le llaman ermitaño. Evita hablar con la prensa, se refugia en su iglesia y en su esposa Carolina Loría y cada cuando visita el Estadio Rosabal Cordero, en donde siguen coreando el ‘Lula, Lula’.

Aun en su ‘isla desierta’, atesora tantos recuerdos como momentos. La posible salvación de la UCR será uno más para la biblioteca personal del zaguero central que nació liguista y ahora se considera un herediano más. Cuesta creerlo, pero lo dice con certeza, “tengo el corazón dividido”.

Un día lo llamó Mínor Díaz para pedirle que lo acompañara en su andadura en la 'U', cuando ya había descartado regresar a Primera luego de dos años intensos en la Liga de Ascenso y en el gimnasio. Nunca paró de entrenar horas extra y, a sus 36 años, le reconforta decirlo.

Díaz lo convenció y le gustó el desafío. Después de sufrir dos descensos con Uruguay y San Carlos y de ganar seis títulos (tres como manudo y tres como florense), Montero se acerca a otra final. Salvar la categoría le resulta una enorme satisfacción a las puertas de su retiro.

Puede que le queden seis meses, o lo más un año de fútbol. Después colgará los tacos con otros propósitos: su escuela de fútbol con 175 niños, la posibilidad de ser asistente técnico en algún club y el sueño de tener un hijo; a diferencia de la mayoría de jugadores, postergó la decisión de ser padre hasta que su esposa concluyera su carrera universitaria.

Cree que hizo lo correcto. Hace años optó por ahorrar algo de dinero para vivir bien. Tiene casa en Coronado y carro propio, durante un tiempo administró una panadería que abrió junto a su familia, también vendió ropa y ahora vive tranquilo, aferrado a la fe, con un discurso moderado y amable.

El retiro no le sofoca. Le ha hecho mente tantas veces que lo ve como un paso necesario.

El tiempo pasa, pero no olvida. Todavía hoy en día afirma que si le hubiesen pagado lo que pidió (que asegura no fue exorbitante), probablemente seguiría vistiendo la camiseta de la Liga. No sucedió. Brincó al Team y marcó a una generación de florenses, que recuerdan al zaguero como una pieza vital de su historia, líder de la defensa que acabó con la sequía de títulos.

Del primer contrato que firmó con Mario Sotela, solo recibió dos pagos completos. Luego llegó Fuerza Herediana y las circunstancias cambiaron. Fue la época de bonanza financiera y deportiva en la carrera de Montero.

Ya le quedan pocas cosas por cumplir en el fútbol. Jafet Soto le ofreció un partido de despedida cuando decida retirarse. Le entusiasma la idea de decir adiós como lo hizo Víctor Mambo Núñez, el otro ídolo reciente de los rojiamarillos.

Cristian Montero, el niño que ‘mejengueaba’ todos los días en el barrio La Lía en Curridabat y jugaba escondido de noche, añora los viejos tiempos (su infancia, los títulos...), pero disfruta los nuevos días.

No le pasa por la cabeza abrir Facebook y si pudiera no tendría teléfono celular. Solo suelta la risa cuando le dicen ermitaño.

“Siempre he sido muy aparte. A veces no iba ni a los asados”, confiesa.