Casta en la tormenta

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En los últimos meses, le ha tocado durísimo. De mayo para acá, ha tenido que lidiar con hechos inesperados y presenciar, no exento de dolor, como en cuestión de un año, el sólido prestigio que construyó el fútbol costarricense en Brasil 2014 se ha venido resquebrajando, igual que un castillo de naipes.

De pronto, el soleado proyecto Gol, en San Rafael de Alajuela, comenzó a sufrir los embates de una tormenta que, para nada, se había anticipado en el pronóstico del tiempo. Asumió el papel principal de la Federación Costarricense de Fútbol en los momentos críticos, cuando las luces del máximo jerarca de nuestro balompié se habían apagado de golpe en la sede mundial de la FIFA. Desde entonces, sumado el infeliz incidente de esta semana, que desembocó en la salida abrupta del técnico de la Sele , la trama futbolística costarricense varió radicalmente sus líneas, de la cumbre al precipicio.

Los grandes hombres –y mujeres– sacan a relucir la casta en la adversidad. Son como los metales preciosos, que se forjan directamente al fuego, con altísimas temperaturas. En los ya lejanos días de la euforia mundialista, nada hacía prever que sus funciones de segundo, al servicio de la autoridad, tomarían el perfil de un protagonismo tan difícil de manejar ante reflectores, cámaras y micrófonos, escenarios donde el mínimo error se magnifica y se corre el riesgo de la distorsión.

Nadie lo menciona, ni se publica en los medios, pero cualquiera que tenga al menos dos dedos de frente, sabrá valorar la dimensión del desafío que este personaje ha logrado sobrellevar, con sus colaboradores, tras eternas vigilias de soledad, en salvaguarda del buen nombre y la decencia de cuantos laboran con honestidad en las organizaciones.

Conozco a Jorge Hidalgo Vega, presidente interino de la Federación. Sé de su origen, de sus principios y de su bonhomía. A lo mejor –igual que nos pasó a muchos– nunca logró destacar con pantaloneta y tacos, pero en estos meses de inesperados vendavales, su papel ha sido tan brillante como las actuaciones de los astros de gramilla que provocan el delirio de la tribuna. En menos de una semana, un intrépido capitán arribará al puerto. Lanzará el ancla. Y dejará, con dignidad, el timón en otras manos.