Canalete de Upala: el pueblito que se tiró a la calle por su primer goleador, José Guillermo Ortiz

Tras el partido de vuelta de la semifinal, en el que el artillero le anotó dos veces a Saprissa, decenas de carros se fueron en caravana desde el centro de Upala hasta la casa de doña Juanita, la madre del artillero liguista, en Villa Canalete. Ahí, en ese lejano, caliente y apegado pueblo, nació el romperredes rojinegro José Guillermo Ortiz.

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Redacción

Canalete nació el 1 de octubre del 2012, hace menos de cuatro años. Es el octavo distrito del cantón de Upala, un pequeño pueblo con iglesia, una plaza bien cuidada de 80 por 80 metros, un pequeño centro con unos bazares alrededor de la cancha, una panadería, dos cantinas y una escuela. Ahí se crió el goleador José Guillermo Ortiz.

El pueblo queda a ocho kilómetros del centro de Upala y cerca de Bijagua. En esta época del año es un horno, la temperatura promedio ronda los 34 grados. Ortiz solía subirse a los árboles a apear las guayabas, nadaba y pescaba en el río y andaba en bicicleta con sus amigos. Luego de la escuela los invitaba a mejenguear.

La finca de sus padres es grande, cerca de media manzana. En el centro de la propiedad está la casa, pero detrás se reservó un espacio del terreno, muy plano, verde y con palmeras altas al fondo, para que el pequeño Guillermo jugara fútbol con sus amigos.

Ya su hermano mayor, Douglas, había fabricado dos marcos de caña de bambú en donde jugaban 'liguitas'; luego se los heredó a Ortiz, que empezó a despuntar con el balón cuando solo era un niño.

El centro de distrito se llama Villa Canalete, ahí se acumula la mayoría de la escasa población. Según datos de la Municipalidad de Upala es apenas un 6% del total de habitantes del cantón.

Como su nacimiento es tan reciente, el último censo realizado por el INEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos) en el 2011 no comtempló la cantidad de habitantes de este lugar.

Sin embargo, allá todo mundo se conoce y ni qué decir a Ortiz, el primer canaleteño en jugar en la Liga. Tras el partido de vuelta de la semifinal, en el que el artillero le anotó dos veces a Saprissa, decenas de carros se fueron en caravana desde el centro de Upala hasta la casa de doña Juanita, la madre del atacante.

"La gente acá lo apoya y lo ve como si fuera de la familia. Hay mucho orgullo por lo que él está haciendo. Él acá tiene muchos amigos", contó su hermano Douglas.

En extensión, no es un lugar pequeño. Mide 106 km2 –22 veces más grande que San Pedro de Montes de Oca y muchos de los distritos capitalinos–. La mayoría de su territorio es acaparado por grandes sembradíos, cabezas de ganado y crías de cerdo.

En Villa Canalete, la plaza es casi un santuario. Al salir de la escuela y del trabajo, la mayoría de niños y grandes se van a mejenguear fútbol, o en algunos casos, béisbol.

La cercanía de Upala con la frontera con Nicaragua ha hecho que cientos de pinoleros hagan vida en el cantón. Entre sus costumbres más arraigadas está el béisbol, el que siguen practicando con fidelidad al pisar suelo tico.

Cuando Ortiz tenía 10 años era rápido, disparaba duro y saltaba alto. Douglas, que un tiempo atrás había dejado su pueblo natal para buscar oportunidades laborales en Heredia, lo matriculó en la escuela de fútbol de la Liga.

Aunque su potencial ya había destacado entre los casi 300 estudiantes que asistían a la escuela de Canalete, necesitaba pulir sus habilidades técnicas y tácticas.

En ese entonces, no había una escuela de fútbol en el pueblo, lo que lo obligó a viajar a Alajuela.

Al principio, viajaba en bus desde Canalete para asistir a los prácticas de los sábados, pero luego de dos meses, Alajuelense decidió becarlo. Los entrenadores captaron en la promesa unas habilidades motoras mucho más desarrolladas que en la mayoría de los jóvenes del Valle Central.

No era casual, el subirse a los palos a recoger guayabas, el correr por las piedras de los ríos, nadar contra las corrientes, mejenguear cada tarde y andar en bicicleta por los potreros, mejoró sus condiciones naturales.

Durante un tiempo, el club le solicitó al director de la escuela de Canalete que le permitiera a Ortiz ausentarse del curso lectivo los viernes; así viajaría desde el jueves a Alajuela y así podría entrenar al menos en una ocasión, antes de disputar los partidos de los fines de semana.

Según una carta enviada por el director de liga menor de ese entonces, Enrique Vásquez, se hacía una excepción con el futbolista, pues era el único del equipo que entrenaba una vez a la semana.

Después de un tiempo y con apenas 11 años, el joven dejó Canalete y se instaló con su hermana Patricia en su hogar en Desamparados.

De vez en cuando, los fines de semana libres, se iba para su pueblo natal a visitar a la familia y a los amigos.

Ya ha pasado mucho tiempo desde aquello, Canalete creció, hace menos de cuatro años era solo un cacerío y hoy es un distrito. Ortiz, también. El joven que nadaba en el río y trepaba a los árboles, hoy es la carta más peligrosa del ataque manudo para aspirar a su corona número 30.

Colaboró el corresponsal Édgar Chinchilla