¡Campeones! El grito que volvió al Saprissa

El gol de Hansell Aráuz le dio la victoria a los morados ante los alajuelenses

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Saprissa recuperó anoche el sentimiento de campeón de la mejor manera: ante el rival de siempre y ante su afición que se desbordó, en todo el sentido de la palabra, de alegría en la Cueva.

La S fue mejor en un partido que se le torció a la Liga muy rápido, por una de esas circunstancias imposibles de controlar para un entrenador, aún uno tan meticuloso como Óscar Ramírez: la torpeza de uno de sus futbolistas, en este caso, Jonathan McDonald.

A Mac se le fueron los “fiuses” y agredió de David Guzmán y vio de manera justa la tarjeta roja, ¡apenas con 12 minutos! La bronca del estratega manudo fue entendible: su equipo quedaba renco con más de tres cuartos de partido por delante.

McDonald se marchó del partido y con él se llevó a Jerry Palacios, quien literalmente se quedó huérfano pues no tenía con quien dialogar en la ofensiva.

El Machillo trató de enderezar el entuerto al subir a Johan Venegas y encargarle el carril izquierdo a Juan Gabriel Guzmán.

Sin embargo, el Saprissa no se mostró dominante con la circunstancia, como tampoco se veía muy enchufado en el arranque.

A la S le costó, a pesar de tener más la pelota y la disposición de ir al frente, por el estado de la cancha artificial de la Cueva, castigada por la pertinaz lluvia de anoche.

Frenado el juego de toque por los charcos de la gramilla, Saprissa recurrió a la “pelota larga” para obviar las dificultades del terreno. El cambio de libreto sobre la marcha no le sentó bien a la S.

Los morados se encontraron a sí mismos cuando la cancha mejoró y pudieron hilvanar mejor. Así llegó el gol que desbalanceó el marcador en la primera mitad.

Fue un pie a pie, que culminó en un centro justo de Heiner Mora a la cabeza de Hansell Aráuz, quien llegó con un excelente timing a la cita con la pelota.

Con el 1-0 a su favor, la S buscó un segundo tanto que alejara los fantasmas de un alargue y, sobre todo, el espectro de los lanzamientos desde el punto de penal.

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Por su parte, la Liga buscó un gol que la regresara al juego y le hiciera revivir pasadas gestas.

Ese gol no llegó ni para uno, ni para otro; aunque sí permitió ver un mejor juego en la segunda parte. La entrega no se negoció y si hubo falta de brillantez en las jugadas, la verdad nadie se molestó por ese detalle.

Vimos, entonces, el duelo entre el retador que reclamaba algo que merecía y el campeón dispuesto a no ceder así porque así la corona sobre sus sienes.

Ganó la S y la Liga se fue como el monarca digno.

Rónald González devolvió el título a Tibás y cumplió la misión que le fue encomendada: llevar la estrella 30 a las vitrinas moradas. Por eso, sus lágrimas eran más que entendibles.

¡Salud, campeones!