Al otro lado del Cerro de la Muerte había otra vida para Pepe Cancela

Atrás quedó la melena larga y oscura. Hoy Pepe es un tipo canoso de pelo corto que vive en Quebradas de Pérez Zeledón, asiste a las juntas escolares de sus hijos y administra una pizzería.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

José Carlos Cancela se asentó en Quebradas, un pueblo humilde con iglesia, plaza, escuela, una pulpería y poco más de 15 familias; a 10 minutos del Estadio Municipal de Pérez Zeledón, camino a la montaña, convive con un entorno apacible, lejos del corre y corre diario de la capital.

Atrás quedó la melena larga y oscura. Hoy Pepe es un tipo canoso que se levanta temprano para llevar a sus dos hijos a la escuela y el colegio. Luego distribuye su tiempo entre sus dos responsabilidades: una pizzería-parrillada que abrió junto a su esposa, y el fútbol.

Hace tres años, Cancela cruzó el Cerro de la Muerte para gastar sus últimos cartuchos en el equipo generaleño después de una carrera prolongada, con dos etapas distintas en Saprissa, una exitosa andadura en el Herediano y un paso por la MLS.

Apenas 20 días después de pisar suelo sureño ya sabía que ese sería su hogar. Curioso, a la dirigencia generaleña le cuesta fichar futbolistas, a razón de la dificultad que conlleva cruzar el Cerro. El riesgo de viajar a diario desde San José obliga a los jugadores a vivir allí sí o sí.

Antes, Cancela miraba el cantón como un sitio de paso. Lo visitaba un día y al siguiente estaba de vuelta en su casa. Le bastaron 20 días para coincidir con su familia en que no quería irse de allí y abandonar la camaradería de aquel lugar que lo acogió de entrada.

Ya son tres años y contando.

"Se mantienen muchas costumbres y valores que en otros lugares se han perdido. Es lo que quería para mi familia y para mí", explicó el uruguayo, quien se levanta temprano todos los días para tomarse un mate y saborear un bocado de pan. No se acostumbra al gallo pinto.

La transformación. Colgar los tacos no ha sido sencillo para Pepe. Alargó su carrera hasta los 39 años, pero todavía extraña el fútbol. El periodo de transición entre retirarse y adaptarse a otra rutina lo vivió en Pérez Zeledón, al mismo tiempo que abrió su restaurante.

Entre las pizzas y los asados pudo mantenerse ocupado y sobrellevar la idea de que no volvería a jugar domingo a domingo. Cuando José Giacone asumió el banquillo generaleño, lo invitó a acompañarlo como asistente técnico. No dudó en aceptar.

"El cambio más grande que lleva dejar el fútbol es no poder hacer lo que más me gusta. La cancha fue el único lugar donde me sentí útil siempre", resaltó.

De su nueva vida le gusta la tranquilidad. En Quebradas conversa con sus vecinos, asiste a las juntas escolares de sus hijos y de vez en cuando sale a tocar el balón a la plaza. Se enganchó del calor humano de Pérez Zeledón e insiste en que comodidades no le faltan.

Hay comercio y supermercados; a 30 minutos está la montaña y a menos de una hora la playa. Todo lo analizó antes de asentarse y abrir su pizzería, en la que cuelgan tres camisetas enmarcadas, la de 'PZ', la de Herediano y la de Saprissa.

El fútbol le dejó recuerdos, buenos amigos y una estabilidad económica para vivir tranquilo. No sufre para llegar a fin de mes y le alcanza para ofrecerle una buena vida a su familia.

La única razón por la que todavía no compra casa en el Valle de El General es sencilla: anhela dedicarse al fútbol toda su vida, lo que la mayoría de veces conduce a cambios constantes de vivienda para adaptarse a las ofertas de empleo de los equipos de Primera.

A Cancela no le pasa por la cabeza abandonar Costa Rica y tampoco Pérez Zeledón.

"Puede que acá haya estrés, pero el día se lleva de otra forma. Hay tiempo para hablar con el vecino y vivir en paz. Es lo que buscaba, en San José uno corre y corre", agregó.

Cancela se levanta temprano cada mañana. Se toma un mate y luego lleva a sus hijos a la escuela y el colegio. Posteriormente se traslada al estadio para asistir a la práctica matutina del club, en la que trabaja junto a Giacone y Omar Royero, el otro asistente.

A partir del mediodía ingresa al restaurante y se mantiene allí hasta las 10 p. m., hora en que cierra el negocio. De vez en cuando acompaña a su hijo Bruno de 14 años a las prácticas de la liga menor o a los partidos, aunque confiesa que el joven prefiere asistir solo.

"Tiene talento, pero está en la edad en la que solo piensa en jugar y meter goles", afirma.

Pepe ya no es el mismo de antes. Ahora luce el cabello corto y repleto de canas. Subió algunos kilos, pero nada del otro mundo. El fútbol no piensa dejarlo nunca.