Afición de Cartaginés por poco amanece en las calles en fiesta sin igual

Fotos y videos muestran la locura de los seguidores blanquiazules tras el primer partido de la gran final ante Alajuelense. Ya van tres ocasiones en las que fanáticos se tiran a las calles y cada una es más apasionada

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Si hay algo que merece la afición de Cartaginés es festejar y dejar atrás todas las frustraciones acumuladas a lo largo de 82 años sin títulos. Si bien, el cetro que tanto añoran los brumosos aún no llega, al menos en las últimas dos semanas vivieron lo que tanto añoraron: una fiesta tras otra, cada vez más épica.

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Si estuvo en las tres celebraciones que montaron los fanáticos del conjunto centenario en los últimos 15 días sabe bien que no exageramos. Lo que pasó en la Plaza Mayor luego de que los centenarios se impusieron ante Herediano, en las semifinales del Torneo de Clausura 2022, se quedó corto comparado con lo que aconteció luego de la victoria ante la Liga, en la final de la segunda vuelta. Eso sí, lo que se presenció antes, durante y después de la ida de la gran final frente a los erizos (triunfo del Cartaginés 1 a 0) es de otro nivel.

Ojo que se puede venir algo inimaginable el próximo miércoles (cierre de la gran final), pero para eso falta mucha historia por escribir, más cuando el adversario de los brumosos es un León con capacidad de sobra para reponerse y levantar la Copa.

Más allá de esto, lo que ocurrió en la noche de este domingo a lo mucho se vio en la anterior final de los blanquiazules en el 2013. El gol de Jeikel Venegas desató la locura en un Fello Meza que parecía que se iba a caer y tras el pitazo final vino la mejor parte para los locales.

Un mar de gente salió en caravana rumbo a la Plaza Mayor, en el centro de Cartago, los vecinos del Fello se tiraron a las calles, las banderas, las cornetas, los pitos de los vehículos y el “vive, vive” fueron acompañantes perfectos de un delirio generalizado entre miles de fanáticos que mostraban con orgullo su camiseta con el escudo del Cartaginés.

Hasta el seguidor más reservado se olvidó de su mesura y se dejó llevar. Al final no lo culpo, la alegría que irradiaban era tal que se contagiaba; y cómo no, si todo el país conoce el trasfondo. Amigos, conocidos y no tan amigos se abrazaron, brincaron, cantaron hasta perder la voz y dejaron de pensar por unas horas en los golpes y las derrotas increíbles y dolorosas.

Parece mentira, pero hasta cuatro horas después del juego seguía el festejo y aunque el epicentro fue la Plaza Mayor, por cada rincón de la Vieja Metrópoli por el que se pasara habían aficionados a la orilla de la calle con su bandera y una sonrisa imborrable.

Del lado de los jugadores, mucha mesura, discursos hasta repetidos de que “no hemos ganado nada y hay que tener los pies sobre la tierra y respetar al rival”.

Claro, quienes no juegan dentro de la cancha tienen todo el derecho a disfrutar y a pasarla bien. Al final los brumosos tenían nueve años sin vivir algo similar y desde 1940 no se cuelgan una medalla dorada. Si alguien se molesta o piensa que los brumosos exageran, de seguro omite que el fútbol es pasión y lo más puro que hay en este deporte es ver a un niño que no supera los cinco años con su cara pintada, su camiseta y su deseo por ser feliz y que sus padres, abuelos y familiares sean felices.

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