A Daniel Quirós, la chispa le viene de natural

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Puntarenas. Lo trae en la sangre. En los genes. No hay otra explicación. Esa es la chispa que los chiquillos como él adquieren en la playa o que les enciende la calle.

Son las lecciones tácticas que no aparecen en los manuales del fútbol, porque se aprenden al aire libre, en las mejengas interminables de los enanos soñadores que le dan a la pelota o a cualquier objeto que ruede, desde los amaneceres hasta las puestas de sol.

En otros lares les dicen los pibes del potrero; son los artistas del picado argentino que crecen con hambre y que trascienden de las canchas sin muros ni líneas demarcatorias, a las gramillas internacionales.

Es la historia de las ilusiones en pantalón corto. Hay hadas madrinas que tocan con su magia a mocosos de barriada que alcanzan la gloria y que se vuelven legendarios, como Culitos Mendoza, Pistón Velásquez, la Gata Cabrales o Cebolla Gutiérrez, referentes eternos del Puerto.

Nuestro personaje de hoy se llama Daniel Quirós y pertenece a los de esa estirpe. Es un chico de piel tostada que suma tres anotaciones cuando apenas se han jugado dos fechas del torneo de Invierno.

Allá en Puntarenas le llaman el Bebé, por la sencilla razón de que la madre es una fiel porteña que amamantó a su travieso Daniel en el corazón del barrio El Carmen.

Allí creció Daniel y comenzó a amar el deporte, justo en el terreno donde urdió su travesura. La víctima fue el arquero Leonel Moreira.

Recordemos la jugada. Corría el minuto 54. El guardavallas visitante salió a cazar una pelota de altura. Sin embargo, sintió una molestia en su tobillo izquierdo. Quiso atendérselo y dejó el balón en el piso. Ahí la tomó Quirós y la mandó a las redes del sorprendido arquero.

“Me quedé atrás, esperando a ver qué hacía Moreira. Me imaginé que la iba a lanzar afuera, como hacen los porteros cuando se lesionan. De pronto vi que la puso en el suelo y cuando se disponía a rodarla, me aproveché para quitársela y la mandé al fondo de la red.

“Lamentablemente perdimos, pero eso, lejos de debilitarnos, nos hace más fuertes. Yo creo que estamos para más. Somos un grupo unido y lucharemos por mejorar cada vez”, explicó Daniel Quirós, el autor de la chispeante travesura que casi complica al monarca.