Los moros del Mundial conquistan el reino de los Cristianos

Azotados por las sequías y la pobreza, el fútbol le ha dado un motivo de unión a los marroquíes, cuyos jóvenes y niños suelen hacer lo imposible por llegar a ‘tierras prometidas’.

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Cristiano quiso conquistar el trono que, durante muchos años compartió con Messi, en los campos de batalla españoles.

Pero lo han impedido los moros. Contrario a la historia de la Reconquista, a este cristiano, nacido en Portugal, y quien coreinó en el planeta fútbol de la última década, el retorno a su feudo no le ha sido posible.

Opuesto a los episodios medievales entre musulmanes y cristianos, en la Península Ibérica, esta historia termina con el triunfo moro y con España y Portugal, territorio de las disputas, como los vencidos.

Marruecos echó del Mundial a España, país en el que nacieron algunos de sus principales jugadores y en el que Cristiano Ronaldo instaló su reinado, hasta hace unos años, alcanzando el trono de la mano del Real Madrid.

Ahora le tocó el turno a Portugal y su mítico número 7.

En el corazón de España se ha gestado este caballo de Troya con el que los marroquíes asestan el mayor golpe del Mundial en Catar. Allí juega Youssef En -Nesyri, el anotador del gol que ha despedido a Cristiano de los Mundiales. Es compañero en Sevilla de Bono, el gigante de 1.95 metros que detuvo tres penales españoles y que volvió a ser figura frente a Portugal.

El último penal marroquí frente a España, lo lanzó su figura más rutilante: Un tal Achraf Hakimi, nacido en Gregorio Marañon, hospital madrileño, hace 24 años.

Sus padres son un vendedor ambulante y una señora dedicada a limpiar casas, que llegaron a España en 1988, sin papeles, a intentar mejorar sus vidas.

Hakimi empezó a entrenar en el Real Madrid a los 9 años y al llegar la pandemia, el club blanco lo vendió al Inter por €43 millones, para poco después pasar al PSG, en donde juega con Messi y Navas.

Este sábado, mientras Ronaldo lloraba de camino a la salida de su último Mundial, Hakimi iba a la grada a darle el beso a la señora que, a punta de lavar ropa en casas españolas, hizo posible su sueño de futbolista.

Así como Bono, Hakimi y En -Nesyri, 14 de los 26 seleccionados marroquíes nacieron en otro país e incluso algunos no pueden comunicarse entre sí por la diversidad de lenguas.

Azotados por las sequías y la pobreza, el fútbol le ha dado un motivo de unión a los marroquíes, cuyos jóvenes y niños suelen hacer lo imposible por llegar a la vecina España, la tierra prometida, aún a riesgo de sus vidas.

Así que, por primera vez en muchos años, nadie quiere huir de esta realidad futbolística que los tiene embelesados, conquistando los titulares del Mundo entero, islamista, cristiano, hinduista, budista, y de cualquier credo que comulgue con el fútbol.

Los marroquíes han tomado una silla en el reino futbolero. Con ellos, los moros están de reconquista, aunque esta vez la religión del fútbol sea el gran motivo.