Junior Díaz: la madurez marcó el rumbo de un niño con convicción

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“Yo lo veo como un papá, él es el que me soca, el que me regaña”, dijo sin tapujos Reydel Díaz, hermano menor de Junior Díaz, al describir lo que representa su hermano.

Y es que Junior Díaz Campbell, lateral izquierdo de la Selección Nacional, lleva la historia de un joven florense al que desde pequeño las tareas de “padre” y hermano le forjaron un carácter que hoy lo tienen jugando en una de las mejores ligas del mundo: la Bundesliga.

Nacido en la urbanización Zumbado, en Heredia, Junior, de 30 años, es el mayor de tres hermanos; Jefferson tiene 27 y Reydel, 18.

Desde pequeño la sombra de Enrique Díaz, un jugador exitoso, puso en alto el testigo que debía alcanzar, mas él, siempre maduro, siempre laborioso, superó al papá.

Mas aunque su vida futbolística suma hasta ahora éxitos, la que está detrás, la familiar, comenzó con un chico que a los 12 años tuvo que asumir un rol de “papá” ante la separación de sus progenitores.

Según Yamileth Campbell, la madre, no fue algo que ella le encomendó, sino que Junior, por su forma de ser, quiso abrigar a sus hermanos y ayudarle a ella.

“Él siempre ha sido muy especial, la gente que lo conoce siempre me dice que es una belleza de persona, él siempre fue así, ordenado con sus cosas y preocupado por los suyos”, indicó la madre entre lágrimas, pues el simple hecho de hablar de Junior le mueve el corazón.

“Dios me ha bendecido con mis tres hijos, todos son muy buenos... pero Junior es así, él siempre me llama y está pendiente”.

La forma de ser del mayor de los Díaz la destaca Keisha Sánchez, prima del espigado lateral zurdo.

“Él nos llama a Puntarenas, a mi casa, a ver cómo estamos mi mamá, yo y mi hermana, él tiene mucha perseverancia, deseos de lucha, unión familiar y humildad... Yo jugué en la U-15 de Puntarenas y me tuve que salir por un problema en la columna, y me dijo que no importaba, que siguiera adelante”, expresó Sánchez, quien ahora es chef.

Además del sentido de responsabilidad y protección hacia los propios, otra virtud que destacan sus allegados es la convicción.

“Desde que éramos novios me dijo que si se iba de Heredia él iba a jugar a Europa, luego, estando en Polonia, me dijo que iba a jugar en una liga importante, como Inglaterra o Alemania, y lo hizo, él ha conseguido todo lo que me dijo, es una persona muy disciplinada, positiva”, comentó Gabriela Patterson, esposa de Díaz desde hace seis años, y con quien “jaló” cinco.

Como esposo, pese a que no es muy romántico, Díaz es detallista, caballeroso y constante, además, según Patterson, es un papá cariñoso.

“En la cara de sus hijas se nota el amor que le tienen, a ellas (Camila, cuatro años y medio, y Arianna, año y ocho meses) les brillan los ojos cuando llega”, añadió Patterson.

Tímido, meticuloso. Espigado y de piernas largas, algo que le heredó a su hijo, Enrique Díaz ve en Junior el fruto del tener hambre por algo.

“Estando pequeño me dijo que quería ser deportista, le compré una bola y se hizo futbolista, lo suyo es el fruto del esfuerzo, de la perseverancia”, apuntó el papá.

Aunque ahora es expresivo, de niño Junior era tímido y muy observador.

“Él siempre se quedaba viendo todo, lo analizaba y hablaba poco, creo que el fútbol le quitó esta timidez, es una bendición que ahora esté para ir a un Mundial... su disciplina lo llevó donde está, hay que felicitarlo”.

Aunque Enrique Díaz fue figura en Saprissa, Junior no hizo sus primeras armas en ese equipo, sino que a los 17 años llegó a Herediano.

Freddy Morales, quien era profesor en el Liceo de Aserrí, donde se crió Junior desde los dos años, fue quien lo llevó al club florense.

Declarado rojiamarillo en el entorno familiar, Junior nació en la Ciudad de las Flores, pero se crió en Aserrí, junto a la calle Limón, lugar al que aún asiste a ver a los amigos.

“Para él su gente es lo más importante, una de las cosas que me gustaron cuando lo conocí, es que prefiere estar en la casa a salir a un bar, para Junior la familia lo es todo”, apuntó la esposa.

Patterson considera que para su marido el Mundial es la culminación de una carrera que aún “tiene mecha”, que está inconclusa.

El niño que se hizo “padre” a la fuerza para apoyar a su madre, el joven que creció sabiendo que sería futbolista, el padre y esposo cariñoso, está hoy a las puertas de la cita que se ganó a pura convicción.