El hombre más solo en la cancha

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Se equivocan los técnicos al elegir sus tácticas. Se equivocan los jugadores al ejecutarlas. Se equivoca el cobrador de un penal. Se equivoca el defensa entregando un balón en la salida. Se equivoca el portero cuando una pelota se le va entre las piernas. Se equivoca el delantero al botar un gol hecho. Se equivocan los directivos al contratar a un técnico inepto. Se equivoca el gerente deportivo al sugerir la compra de un jugador que no rinde. Se equivocan los locutores, al pronunciar mal el apellido de un futbolista. Se equivocan los comentaristas y gacetilleros al emitir sus apreciaciones. Se equivoca el chico que vende maní a la entrada del estadio, y nos da el vuelto incorrecto. Se equivocan todos los actores de la universal comedia del fútbol, cualquiera que sea su rol: decisivo o apenas decorativo. Solo hay un espécimen que no puede equivocarse: el árbitro. Para él no hay perdón, clemencia, circunstancias atenuantes, nada. Eternamente insultado, denostado, vejado: a coro y con perfecto ritmo.

El imponente Pierluigi Collina, colegiado en la final del Mundial 2002, declaró: “Nadie se imagina lo que sufre un árbitro cuando falla. Está solo. Los jugadores pueden permitirse llorar y derrumbarse sobre el campo, pero cuando un árbitro se equivoca, la decepción es tremenda. La soledad de un silbante es incomparable, somos los únicos participantes del juego que no tenemos palabras de aliento a nuestro alrededor. Es como enviudar sin haber tenido hijos: la soledad es tu aliada y el mundo tu enemigo”.

Reflexión que mueve al respeto: nadie en el terreno es blanco de denuestos tan unánimes, perversos y elaborados como el árbitro.

Dijo Shakespeare: “Los defectos de un hombre serán esculpidos en el bronce, sus virtudes serán escritas sobre el agua”. Nadie repara en la magnífica, inmaculada actuación de un árbitro. ¡Ah, pero si es menos que excelsa, todos competimos en creatividad lingüística para insultarlo, humillarlo y cubrirlo de fango: pequeñez, mezquindad, crueldad, ensañamiento! El error es constitutivo del fútbol. Sucio de humanidad, es decir, de errores. No es un quirófano, una superficie aséptica y deshumanizada. El error es el sello humano del fútbol. Debemos aprender a celebrarlo.