Carmelita 0 - Santos 2

Santos es el líder porque gana en casa y a domicilio

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Sarchí, Valverde Vega. La oración del sudor. Apretujados en la oscuridad del vestuario, agotados pero satisfechos, los muchachos del Santos musitaron un Padre Nuestro.

La jornada recién concluida los ubica invictos en el techo del certamen.

El guión en la memoria. Hasta la fecha, los hombres de la marea roja han podido demostrar, en casa y a domicilio, que se saben al dedillo la letra de su libreto.

Desde que arrancó el partido, los protagonistas de Rónald Mora se dedicaron a exponer su catálogo de certezas.

¡Santos es un rezo ganador!

Las primeras imágenes lo evidenciaron. Los rojiblancos acosando, alimentando en cada pase, en el cuerpo a cuerpo, en la fragua del fervor, la ilusión de vencer.

Alegría de un forastero con alma de anfitrión. Santos comenzó a pesar. Tanto que cuando solo se habían jugado cuatro minutos, Osbel Villalobos cometió una clara falta dentro del área al derribar a Kurt Bernard.

El goleador Olman Oviedo disparó rasante y a la izquierda, pero el arquero logró repeler la ejecución de los once pasos, una osadía que debió insuflar voluntad en el plantel verdolaga.

Mas no sucedió así. ¡Y Santos retomó su oración!

Los avances se repitieron por el carril derecho. Gradualmente, sistemáticamente, Ricardo Harris fue la ponzoña que debilitó poco a poco el corazón represivo de Carmelita.

Con un mediocampo de lujo, Franklin Rojas, Armando Gutiérrez y Kurt Bernard se rotaban y establecían la jerarquía en el sector vital, con el respaldo de José Francisco Alfaro, la figura del juego, un motor inagotable.

En consecuencia, la pelea en el mismo sector se tornó imposible para Gustavo Martínez, el pulmón de Carmelita. A este le tocó luchar en desventaja y se cansó de lanzar balones que los artilleros lentos ni siquiera podían ubicar.

Al concluir la primera etapa, gracias al afán de Martínez y al auxilio intermitente de Richard Smith –siempre pantera, pero inconstante–, los locales barajaron algunas opciones que no supieron aprovechar.

Y aunque restaban 45 minutos –media vida en el futbol– resultaba fácil adivinar que solamente sería cuestión de tiempo para que el Santos redondeara una victoria ya anunciada.

El error de Gustavo

La segunda fase fue un calco de la apertura. Empuje del Santos, confusión de Carmelita, que derivó en estertor al minuto 69.

Gustavo Martínez se excedió en un reclamo –uno más–, la auxiliar Milena López lo reportó a Luis Rodríguez, árbitro central, quien procedió en consecuencia. ¡Tarjeta roja!

El guión en la memoria. Santos continuó martillando.

Jermy Arias, un flaco con cara de niño, proveniente de las ligas menores guapileñas, ingresó de refresco. Tomó un balón por el costado derecho, ensay¥ó un centro de altura. Jerry Alpízar devolvió la esfera a su arquero. Osbel quiso sacar de inmediato y la soltó infantilmente. Kurt Bernard aceptó el confite y anotó el dos a cero (84í).

Kurt se quitó un botín y simuló hablar por teléfono. Pintoresca pero irrespetuosa, la celebración del caribeño fue reprobada por el silbatero. Sin aspavientos, el juez lo amonestó. ¡Qué buen arbitraje!

La oración del sudor. Apretujados en la oscuridad del camerino, los hombres del Santos musitaron un Padre Nuestro. Por la victoria. Por la ilusión. Por el querer y el poder.