Pollitos

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El general Joffre, el asno que comandaba leones. Es el título de un artículo reciente de Le Monde diplomatique, en el que se examina la carrera de Joseph Joffre, a quien el gobierno francés nombró a la cabeza del Estado Mayor en 1911, cuando ya era prácticamente inminente una guerra con Alemania y sus aliados.

En aquel momento, este militar de origen catalán era muy poco conocido y en su hoja de servicios se destacaba la toma de Tumbuctú, conquistada a cañonazos en 1894 contra una triste fuerza africana armada casi exclusivamente con lanzas arrojadizas.

No dejaba de sorprender que recayera en los hombros de un oficial de tan poca experiencia la responsabilidad de dirigir las fuerzas armadas galas al iniciarse la primera guerra mundial, y más sorprendente aún fue que en agosto de 1914 se le permitiera a Joffre mandar al retiro, por considerarlos incompetentes, a docenas de generales con “mucho más fuego” que él.

Aquello preludiaba las derrotas y las enormes pérdidas humanas que sufrirían las armas francesas en la primera etapa de la guerra. Desastre tras desastre, no fue sino en junio de 1916 cuando Joffre le presentó la renuncia al primer ministro Aristide Briand. Algunos pensaron que el general terminaría su carrera con el tradicional y honorable pistoletazo en la sien, pero más bien fue promovido al rango de Mariscal de Francia y luego se le asignaron varias importantes misiones de carácter más bien diplomático.

A veces tenemos la impresión de que el diablo ordena nuestras lecturas de una manera aparentemente fortuita que nos conduce a establecer unas relaciones atribuibles a la locura o al exceso de imaginación. Obviamente, la crisis diplomática y cuasi militar en la que la descarada matonería de Ortega y Pastora ha sumido a Costa Rica y a Nicaragua no ha alcanzado ni alcanzará las dimensiones del desencuentro franco-alemán previo a la primera guerra mundial, pero resulta imposible evitar ciertas comparaciones.

Después de todo, ¿cómo ignorar que los descarados vaqueros nicaragüenses les tomaron el pelo a los “pollitos” que dirigen actualmente la seguridad y la diplomacia de esta Suiza centroamericana?

Algunos analistas sostienen que la renuncia de Joffre tenía que haberse producido mucho antes, y que no la presentó sino cuando un irritado primer ministro se la exigió.

Hay quienes van tan lejos como para afirmar que, de no haberlo hecho, la primera guerra mundial habría concluido para Francia de manera tan desastrosa como concluyó la guerra franco-prusiana. Uno se pregunta, simplemente, cuán fortuitas son las lecturas históricas de nuestros gobernantes.