Letras de cambio

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Los economistas nunca hemos sido buenos pronosticando. Son tantas las variables que están en juego en las decisiones del día a día en una economía, que es imposible adivinar cómo se comportará cada una de ellas en el futuro. Por eso, trabajamos con modelos, en los que se simplifica la compleja realidad mediante supuestos, para tratar de entender mejor las relaciones de causa-efecto que pueden existir.

Uno de los supuestos más complicados siempre es el de cómo se comportará la gente ante los cambios. Aquí es donde los trabajos de los ganadores del Premio Nobel de este año hicieron una contribución enorme. Thomas Sargent y Christopher Sims introdujeron cambios metodológicos sobre el rol que juegan las expectativas en el proceso de toma de decisiones de la gente, que han ayudado a entender mejor las relaciones de causa-efecto en la macroeconomía.

El concepto base de expectativas racionales explica que las empresas y familias cometen errores en forma sistemática sobre el futuro cuando toman decisiones económicas. Aunque la gente no sepa exactamente lo que va a pasar, tiene una idea muy clara de cuáles son las posibles consecuencias de las acciones de hoy. Sargent incorpora además el concepto de aprendizaje, que dice que la gente cambia sus expectativas ante cambios sistemáticos en políticas públicas. Esto significa que los gobernantes pueden tratar de engañar a la gente una vez, pero no lo podrán hacer dos veces. La gente aprende y modifica su comportamiento, contrarrestando los efectos de la política económica aplicada.

Las implicaciones de los trabajos de Sargent y Sims son sumamente relevantes para el estado de la economía actual. La euforia keynesiana que rodeó las políticas fiscales durante la crisis hizo que la mayoría de los Gobiernos del mundo aumentaran significativamente su gasto. La gente puede haber pensando, en un principio, que el dinero adicional que le estaba llegando era un aumento del ingreso disponible para gastar. Pero con el paso del tiempo, y conforme las economías no se han recuperado como se esperaba, los países ahora se encuentran con una situación de déficit complicada. Esto tiene a los Gobiernos en una encrucijada. Ya sea que disminuyan gasto o aumenten impuestos, los Gobiernos temen que se acabe el estímulo y se provoque una caída en la producción.

En cualquier caso, la gente ya ha incorporado esta nueva realidad a su toma de decisiones. Adaptaron sus expectativas. Al prever que vendrán tiempos malos, la gente reduce su nivel de consumo actual, y eso complica aún más la recuperación. Por eso es muy difícil que los Gobiernos puedan engañar a la gente una segunda vez. La gente ya sabe que más gasto gubernamental, si no está bien dirigido, implica que en algún momento habrá más impuestos.