Letras de cambio

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Es claro que la solución al problema fiscal no se puede lograr solo mediante una mayor recaudación de impuestos. Del déficit proyectado de más de un billón de colones, el Gobierno pretende (si le va bien) recaudar poco menos que la mitad de eso por impuestos. Por ello es sano discutir otras medidas que pueden ayudar a solucionar el problema del déficit fiscal, además del aumento de impuestos. La discusión se debe transformar en cómo hacer una reforma fiscal, y no simplemente tributaria.

Un punto es claro: hay que hacer algo con el gasto. Pero esto debe ir mucho más allá del anuncio de recorte de algunas partidas de gastos y congelación de plazas. Pretender un recorte de 20 000 millones de colones es poco, comparado con el tamaño del déficit. Pero para ir más allá de dejar de gastar en café, galletas o viajes, hay que entrarle a la evaluación, con sentido crítico, de cada colón que el Gobierno gasta. Estoy seguro que hay muchísimas oportunidades para ahorrar dinero en todas las instancias del Gobierno, pero, sobre todo, de ser mucho más eficientes en su uso.

Cuando hablamos de Gobierno, hay que recordar que no solo son los ministerios. Esto incluye las instituciones autónomas. De ahí lo interesante que resulta la propuesta del diputado Fishman sobre el uso de los excedentes de las instituciones autónomas. Sin entrar a detalles técnicos de dónde provienen dichos excedentes, la propuesta nos hace ver la importancia de analizar cómo se gasta el dinero en esas instituciones. Si estas usan mal los recursos disponibles, encareciendo los costos de los servicios que brindan, y la Aresep autoriza aumentos de tarifas basada en esos costos más altos, los costarricenses terminamos pagando un impuesto solapado.

El argumento del Gobierno que para estar al nivel de los países más desarrollado, la carga tributaria tiene que aumentar, no es sostenible sin una evaluación de cómo se gastan los impuestos. Si comparamos a Costa Rica con los países escandinavos, por ejemplo, vemos que ellos tienen una carga tributaria del doble que la nuestra y un ingreso per cápita 4 veces el nuestro.

Eso no significa que si duplicamos nuestros impuestos tendremos el nivel de vida de los escandinavos. Más bien, la comparación hay que hacerla con países con una carga tributaria similar a la nuestra (incluyendo cargas sociales y otros impuestos), como Chile, Panamá o México. Ahí nos damos cuenta que ellos tienen un ingreso per cápita (ajustado por poder adquisitivo) mayor que el nuestro, que nos lleva a pensar que en esos países se ha logrado mucho más con los impuestos que se recaudan que en el nuestro. De ahí la insistencia en que, si le vamos a dar más ingresos al Gobierno, debemos exigirle que los gaste de una manera responsable, con mayor eficacia y eficiencia.