Letras de cambio

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La noticia de la semana ha sido, sin duda, el aumento salarial que los diputados quisieron auto recetarse. Que primero fue y luego ya no. Para cuando doña Laura anunció que lo vetaría, el daño político ya estaba hecho. Si bien puede caber un argumento para justificar que los diputados deben ganar un mayor salario que el actual, la forma en que se trató de aprobar esta ley tiene grandes problemas, tanto desde el punto de vista técnico, como político y moral.

Dicen los diputados que su salario no ha aumentado en la misma proporción que lo han hecho los salarios de otros funcionarios de los altos poderes. Además, argumentan que es justo que ellos ganen más que la Contralora, quien es subalterna de ellos. Pero ninguna de esas razones justifica que se haga un aumento de la magnitud propuesta. Primero, en ninguna institución, sea privada o pública, los miembros de Junta Directiva ganan más que su principal ejecutivo. Segundo, si se considera que hay desproporción entre los salarios de diferentes funcionarios públicos, lo que se debe hacer es un estudio integral, técnico, de todo el sistema. En este caso, hay que pensar en una reforma del Servicio Civil, que considere no solo los aspectos salariales, sino también todos los beneficios extramonetarios que acompañan a un puesto público, y que suelen ser muy grandes: gasolina, viajes, vacaciones, fiestas, honorabilidad, etc. En dicho análisis técnico, además, hay que relacionar las responsabilidades que conllevan cada puesto con su remuneración. No se puede hacer esto de manera antojadiza, solo porque alguien piensa que su salario debe ser más alto que el de otros. Todos siempre queremos ganar más.

Pero ahí viene el otro problema. Es inmoral legislar en beneficio propio. Si no es ilegal, debería serlo. Los diputados, cuando decidieron lanzar su candidatura, ya sabían cual sería su salario. Con todo y eso, estoy seguro de que todos hicieron grandes esfuerzos por ser electos. Por eso, aumentarse el salario, ahora que están en posición de poder, equivale a regalarse un premio que no merecen, con dinero que no es de ellos.

Políticamente, el partido de gobierno se ha disparado en el pie. Los diputados dan una mala imagen, al darle prioridad a su beneficio propio en lugar de atacar los múltiples problemas apremiantes del país. Entre ellos, el creciente déficit fiscal. Encima, los diputados españoles les dan una bofetada a los ticos, al anunciar que recortan sus salarios para ayudar a enfrentar los problemas fiscales de su país. Eso les permite exigir sacrificio a otros en su país frente al problema fiscal. En cambio, ¿con que cara nuestros diputados le negarán beneficios a los grupos de interés que lleguen a pedir? Solo el veto firme de Laura puede salvar algo de cara.