Letras de cambio

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Por segundo año consecutivo, Costa Rica retrocede en el Índice Global de Competitividad calculado por el Foro Económico Mundial. En los últimos 2 años hemos descendido la mitad de lo que habíamos subido en los 4 años anteriores. Aunque seguimos bien posicionados en temas relacionados con la calidad de los costarricenses (educación, capacidad de innovación y de emprendimiento), y de nuestra institucionalidad (sistema judicial, derechos de propiedad), seguimos fallando en el apoyo del Gobierno para ser competitivos (mala infraestructura, burocracia excesiva e ineficiente). Si a estos últimos dos puntos le agregamos las quejas de los empresarios sobre los problemas que tienen para hacer negocios, relacionados con el bajo acceso al financiamiento, las regulaciones de impuestos y la inseguridad ciudadana, tenemos lo que debería ser la agenda prioritaria del Gobierno sobre la competitividad.

Pero el Gobierno no parece muy preocupado por este tema. Doña Laura le restó importancia a la caída de 5 puestos en el ranquin mundial de competitividad, al decir que no es que estamos mal, sino que otros mejoraron más que nosotros. Disculpen, pero cuando uno compite, no lo hace esperando que a los demás les vaya mal. Uno se prepara, determina cuáles son sus puntos fuertes para mejorarlos aún más, analiza los puntos débiles para corregirlos, y con base en eso entrena y trabaja bien duro. Ahí tenemos a un competidor cercano, Panamá, haciendo precisamente eso.

Tampoco se vale escudarse en que este país se ha vuelto ingobernable. Es cierto que es complicado manejar un país con una Asamblea Legislativa en poder de una extraña coalición opositora, y con un reglamento arcaico que le permite a un solo diputado bloquear cualquier iniciativa. Pero también es cierto que el Ejecutivo puede hacer muchas cosas sin necesidad de la Asamblea. Por ejemplo, en todo lo relacionado con trámites burocráticos para empezar y operar un negocio salimos casi en último lugar en el índice. Para solucionar esto no se necesita plata ni permiso de la Asamblea, sino voluntad y mucho empuje.

En lo que es infraestructura sí se ocupa plata, y mucha. Pero hay que recordar que ya el Gobierno tiene autorizados desde hace como un año –por esa Asamblea tan complicada–, unos 300 millones de dólares, sin que haya sido capaz de ejecutar ni un cinco todavía. Esto por falta de planeamiento y de un buen gerenciamiento de proyectos. Además, se podría recurrir más al sector privado, a través del mecanismo de concesiones, para que aporte dinero y capacidad ejecutora. Y aquí hablo no solo de carreteras, sino de la generación de energía y puertos.

Así que, si se quiere de verdad mejorar en competitividad, tenemos que trabajar duro en las debilidades apuntadas. Ayer ya era tarde para empezar en eso.