Ver cine es mejor en el cine

Nada estimula más la curiosidad innata y la capacidad de asombro que apreciar el centenario fenómeno audiovisual en la sala de cine

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El diccionario define la palabra ámbar como una sustancia o resina fósil de color amarillo más o menos oscuro, opaca o semitransparente. Ámbar, al estilo del cineasta Esteban Ramírez Jiménez, es el sugerente título de su último largometraje, de una sola palabra, como Caribe, Gestación o Presos.

Me instalo en mi butaca dispuesto a seguir la trama de Ámbar y en la identificación primera de los personajes de esta historia, un dije o alhaja en ámbar es guiño al principio y pieza de ajedrez al desenlace del primer thriller del cine costarricense.

Como en la vida real, el círculo se cierra en la resolución de un caso detectivesco, tras el torbellino de emociones y sentimientos encontrados, en la auscultación de viejos prejuicios que nos descifra el cristal con que mira Esteban Ramírez, cineasta en plena madurez.

“Soy devoto de apreciar la cinematografía en la sala oscura, en la comunión y el ritual de almas ancladas en las butacas que se hermanan ante la luminosidad de la gran pantalla y aprecian el séptimo arte como debe ser, dada su condición primigenia”, opina Ramírez, criterio que el avezado director ha sustentado en varias entrevistas en distintos medios de comunicación, desde que se anunció el estreno de Ámbar.

Tiene toda la razón. Aunque ahora es posible mirar el cine a través de las nuevas plataformas y portentos de la tecnología, en un sillón —cada quien en su casa y pantalla en la de todos—, con idas y vueltas a la refri entre memes, chistes y wasaps, a bordo de un avión o incluso en el mismísimo teléfono celular, en realidad nada estimula más nuestra curiosidad innata y la capacidad de asombro que apreciar el centenario fenómeno audiovisual de cuerpo presente en el cine, en la sala oscura.

De esa manera, con los ojos bien abiertos, atentos, absortos, ensimismados, vivieron los parisienses el fenómeno que los hermanos Auguste y Louis Lumière dieron a conocer como una “invención de feria”, en el Gran Café de la Ciudad Luz, en el lejano 28 de diciembre de 1895.

Fue entonces la oportunidad en que un acucioso periodista atinó a fijar la verdadera trascendencia que tendría aquel incipiente artefacto. “A partir del cinematógrafo, la muerte no será jamás un hecho definitivo”, escribió el reportero.

Ámbar está en cartelera, se trata del último largometraje de Ramírez, el director costarricense cuya narrativa audiovisual evidencia el desarrollo forjado en tres décadas de afán y talento, hasta la consolidación de su propio lenguaje cinematográfico.

Ámbar es un retrato de vida, un tejido urbano, una historia de amor, sentimiento universal que emerge esperanzador sobre la opacidad de sus protagonistas, a veces fantasmas y en ocasiones náufragos; humanos, siempre.

roberto.comunic@gmail.com

El autor es periodista.