Razón de ser de las fiestas clandestinas

Existe una demanda de entretenimiento nocturno que el mercado formal puede satisfacer

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A pesar de la aún delicada situación de la pandemia, existe un grupo de costarricenses a los que no les tiembla la mano para asistir a las famosas fiestas clandestinas.

Este «grupo fiestero», en su mayoría jóvenes, representan una demanda de entretenimiento nocturno no absorbido por el mercado formal debido a las restricciones horarias. Por tanto, las fiestas clandestinas resultan ser la opción disponible.

No con esto se justifica la participación en este tipo de actividades, todo lo contrario, los asistentes no solo ponen en peligro su propia salud, sino que también complican la batalla del país contra la covid-19.

Más allá de las repercusiones socioeconómicas, la situación puede analizarse como un fenómeno de oferta y demanda, una perspectiva diferente con una solución pragmática.

Presupongamos que el grupo fiestero que tiene necesidad de asistir a actividades nocturnas después de las 9 p. m. es lo suficientemente grande como para hacer caso omiso de los riesgos para la salud y las restricciones establecidas por las autoridades.

De ahí, concluimos que existe una demanda de entretenimiento nocturno definida, real y lo suficientemente grande como para que la Fuerza Pública debiera intervenir 900 fiestas clandestinas en una sola noche.

Entre las razones es posible esgrimir estrés diario, necesidad de interacción o simplemente la juventud; de cualquier manera, estas personas van a continuar comportándose como lo hacen. Incluso, parece que el grupo aumenta en número conforme avanza el tiempo.

La oferta. Los comercios, bares y restaurantes respetuosos de todos los controles sanitarios, en cuanto a desinfección, distancia de 1,8 metros como mínimo, aforo limitado y demás, solo pueden ofrecer sus servicios hasta las 9 p. m.

Con una demanda tan concreta, es completamente compresible que naciera un mercado alternativo, ilícito y clandestino para compensar las necesidades de estas personas.

Por tanto, sería más prudente para los objetivos del país que las actividades nocturnas fueran organizadas por el comercio formal, que sí cumple las medidas sanitarias.

Ampliar el inicio de la restricción horaria implicaría que gran parte de esa demanda de entretenimiento nocturno se localice en lugares controlados durante ese período y desincentivaría al «grupo fiestero» a participar en las actividades clandestinas.

Es mejor que las personas, que de por sí van a salir en la noche, lo hagan en lugares que cuenten con los controles suficientes para prevenir el contagio.

Este sería un beneficio que se sumaría a los económicos y de creación de empleo derivados del inicio de la ampliación de la restricción horaria al comercio.

El autor es economista de la Cámara de Comercio de Costa Rica.