Por qué nuestro gato no caza ratones

Los políticos se resisten a abandonar, o cuando menos reducir, la participación del Estado en negocios improductivos e ineficientes

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Deng Xiaoping (1904-1997), arquitecto de la reforma y apertura de China, inició en 1978 la transformación hacia una economía capitalista.

Al abandonar los dogmas y conceptos socialistas que prohibían la participación privada en los negocios, en el 2010, China se convirtió en la segunda economía más grande del mundo, después de Estados Unidos.

Deng había expresado en 1960 su célebre afirmación sobre la economía: no importa el color del gato, lo importante es que cace ratones.

En la década de los setenta, mientras los chinos se alejaban del sistema económico socialista, improductivo, ineficiente, repartidor de pobreza, y en su lugar adoptaban el sistema de mercado, en nuestro país, por desgracia, se hacía lo contrario: incursionábamos en ese tipo de economía estatista, acaparadora e ineficiente, en sintonía con el pensamiento intelectual afín a las ideas «antiburguesas» predominantes en plena Guerra Fría. ¿Cómo olvidar el Estado empresario y sus funestas consecuencias financieras para el país?

Sin progreso. Costa Rica, gracias a la visión de líderes políticos, religiosos y sociales de hace ocho décadas, escogió el rumbo social pragmático, del cual toda la ciudadanía consciente está orgullosa; no obstante, algo obstaculiza el crecimiento económico.

Nuestro progreso no se corresponde con el perfil de la nación donde la mayoría de los políticos y funcionarios de medios y altos mandos e intelectuales viven.

Parece confirmarse así, por desdicha, la enorme desigualdad existente y, por ende, el desinterés de quienes están mejor y que deberían ejercer un liderazgo persistente en pos del progreso de todos los habitantes.

Aunque la idea del Estado empresario fracasó, subsisten la banca, el Instituto Nacional de Seguros, el Instituto Costarricense de Electricidad, la Refinadora Costarricense de Petróleo, etc., como empresas estatales que, tras varias décadas de operación, han dejado de contribuir al país, es decir, el ciudadano no percibe un beneficio directo de sus actividades, salvo, por supuesto, para quienes laboran en ellas.

No es cuestión de mantener empleos muy bien remunerados, pluses y beneficios que no se condicen con empresas de un país subdesarrollado —como las abusivas convenciones colectivas de Recope, por ejemplo—, sin tomar en cuenta el encarecimiento de los productos y servicios, que se traslada a los consumidores y clientes en el pago de combustibles, electricidad, seguros, etc. Y, como prueba el caso Cochinilla, ni siquiera elevados salarios previenen la corrupción.

Soltar el gato. La Zona Industrial Shekou, en Shenzhen, fue el motor de un enorme crecimiento bajo el eslogan El tiempo es dinero, la eficiencia es la vida, que luego se extiende a muchas provincias de China.

Pero en Costa Rica algunos políticos son más papistas que el papa, al soslayar el reconocimiento del progreso de China y resistirse a abandonar, o cuando menos reducir de forma significativa, la participación del Estado en negocios en los cuales es improductivo e ineficiente.

Intervención, regulación, permisos, patentes y engorrosos y lentos trámites de gobierno deben ser sometidos a una rigurosa revisión con el propósito de facilitar el desarrollo empresarial y el emprendimiento de actividades productivas.

Sigamos el ejemplo de los chinos: dejemos de llevarla suave y de estorbar (el tiempo es dinero); trabajar bien y al menor costo es competir (la eficiencia es la vida).

Los proyectos viales, aeropuertos, puertos, trenes de pasajeros y carga y transporte urbano son prioritarios para la atracción de inversiones; además, la promoción de obras de gran impacto positivo en la economía del país, como por ejemplo el canal seco y otros planes expuestos desde hace varios años, deben llevarse a cabo sin utilizar dinero del Estado, lo cual garantizaría excelencia, eficiencia en la ejecución de las obras y óptima operación.

Los líderes políticos deben pensar en el país, proponer y apoyar iniciativas de envergadura. Solo de esta manera dejaremos de jugar con nuestra mascota, es decir, liberaremos al gato para que cace ratones.

renejimenezfallas46@gmail.com

El autor es ingeniero.