Pepe Figueres merece el Premio Nobel de la Paz

Las razones por las cuales Figueres merece el galardón desde 1948 las encontramos en los requisitos que Alfred Nobel escribió en su testamento

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Diciembre es para mí el mes de mayor significado patriótico, pues se recuerda la abolición del ejército y la entrega del Premio Nobel de la Paz a Óscar Arias. Sin embargo, me queda un sinsabor, y les voy a contar por qué.

Propongo remediar, por lo menos parcialmente, el histórico vacío relacionado con José Figueres Ferrer, a quien se le negó en vida el Premio Nobel de la Paz. Como los estatutos no permiten otorgarlo póstumamente, sugiero que el comité del Parlamento noruego, encargado de seleccionar y anunciar a los ganadores, formule algún reconocimiento especial a Figueres antes del 1.° de diciembre del 2023, cuando se conmemoran los 75 años de la abolición del ejército.

La insólita decisión de Figueres, ratificada en la Constitución de 1949, debería haberle merecido el premio. El argumento clave es que ninguna de las personas o instituciones que lo han recibido desde 1901 se ajusta a cabalidad a uno de los deseos testamentarios de Alfred Nobel (eliminar o disminuir ejércitos), lo cual Figueres sí cumplió.

Criterio ausente

El 27 de noviembre de 1895, Nobel, magnate arrepentido de fabricar armamentos y hacer fortuna con ellos, redactó su testamento e instituyó cinco galardones, entre ellos el de la paz. Formuló tres criterios según los cuales este último se otorgaría anualmente a la persona que hubiera laborado más y mejor a favor de la fraternidad entre los pueblos, la supresión o reducción de los ejércitos permanentes y la celebración de congresos por la paz.

Nobel dejó en manos de un comité del Parlamento noruego la escogencia de los ganadores. El premio fue concedido por primera vez el 10 de diciembre de 1901, al cumplirse cinco años de la muerte de Nobel. Le correspondió en conjunto a Jean-Henri Dunant, suizo fundador de la Cruz Roja Internacional e iniciador de la Convención de Ginebra, y al francés Frédéric Passy, fundador de la Société française pour l’arbitrage entre nations.

Esta selección marcó una tendencia a la hora de escoger a los futuros ganadores, casi siempre en función de sus aportaciones a la institucionalidad internacional. Ninguno de los 110 individuos y 30 organizaciones que lo han recibido se ajusta estrictamente a la voluntad de Nobel respecto de la abolición de ejércitos. La mayor parte de las veces es concedido a personalidades de Europa y Estados Unidos que fundaron organismos internacionales, convocaron conferencias de paz o mediaron en acuerdos de paz, como en el caso de Óscar Arias.

En algunas ocasiones, el premio fue compartido por dos y hasta tres personas, y en 19 ocasiones no se otorgó a nadie, especialmente, durante las dos guerras mundiales del siglo XX.

Según los estatutos del Nobel reformados en 1974, en ninguna de las categorías los premios deben ser concedidos después de la muerte de la persona. Pero hubo una excepción con Dag Hammarskjold, secretario general de las Naciones Unidas fallecido en un accidente de aviación a principios de 1961. Sin embargo, antes de su muerte, era candidato por méritos propios.

Con un poco de imaginación y espíritu de justicia, los noruegos deberían, excepcionalmente, dar a don Pepe un reconocimiento simbólico, sin dotación económica y sin excluir los méritos de otro merecedor viviente en el 2023. Este “premio” a don Pepe llenaría para la Fundación Nobel el tremendo vacío histórico que representa no haber recompensado meridianamente a nadie por la abolición de un ejército.

En 1948 el Premio Nobel de la Paz fue declarado desierto a raíz del asesinato de mahatma Gandhi el 30 de enero, dos días antes del cierre de las nominaciones. Las autoridades del Nobel dijeron que no encontraban a ningún otro candidato que lo mereciera tanto como Gandhi, apóstol de la paz, cuya candidatura fue ignorada durante varios años seguidos.

En el 2006, Geir Lundestad, exsecretario del Comité Noruego del Nobel, sostuvo que la omisión más grande en 106 años de existencia del galardón era “indudablemente que mahatma Gandhi nunca recibió el Premio Nobel de la Paz”. Lo mismo podría haber dicho en lo que concierne a Figueres, cuyo gesto histórico es desdeñado por los propios encargados de darle contenido a la misión señalada por Nobel.

Costa Rica como candidata

Las candidaturas al Premio Nobel de la Paz crecen progresivamente, al punto que en este 2022 el número fue de 343. Son cada vez más globalizadas, con una tendencia a abrir el abanico del concepto de paz, lo cual incluye la defensa del medioambiente y la lucha contra el cambio climático y la pobreza.

El 2 de diciembre de 1982 un grupo de costarricenses propuso a Figueres como candidato ante el comité del Parlamento noruego. La propuesta, según el historiador Vladimir de la Cruz, fue encabezada por el ministro de Educación Eugenio Rodríguez Vega, en la administración de Luis Alberto Monge Álvarez, quien al mismo tiempo gestionaba una declaración de neutralidad de Costa Rica. Es probable que la candidatura no fue bien documentada ni apoyada. Sin embargo, la información para saberlo con precisión obra en poder del Comité, pero no se difunde públicamente por espacio de 50 años y solo han pasado 40.

Rodríguez propuso a Figueres facultado por su condición de miembro de un gobierno. También pueden presentar candidaturas congresistas o diputados, miembros de cortes internacionales, rectores y profesores de universidades, directores de institutos de investigación para la paz o de relaciones exteriores, ganadores del premio, miembros de juntas directivas de organizaciones que lo han obtenido, miembros actuales y pasados del Comité Noruego del Nobel y exasesores del Instituto Nobel Noruego.

Entre 1983 y 1987 un grupo de académicos, médicos y parlamentarios escandinavos presentó anualmente la candidatura de Costa Rica en razón de sus logros en salud, educación y desarme. Recomendaron que, en vista de que se otorga el premio a personas o instituciones, en este caso se le concediera al pueblo de Costa Rica en la persona de su presidente o a la Asamblea Legislativa como institución.

Al mismo tiempo, algunas personalidades señalaron que a quien había que designar para recoger el premio, si se le daba a Costa Rica, era José Figueres Ferrer. En una gira por Europa, el presidente Monge lo ratificó ante parlamentarios encabezados por Gro Harlem Brundtland.

La primera candidatura, en 1983, correspondió a Inger Lise Gjorv, diputada del Partido Liberal de Noruega, y al Dr. Goran Melander, catedrático de derechos humanos en la Universidad de Upsala, Suecia. Se unieron como promotores Lars A. Hanson, fallecido en el 2022, famoso catedrático de inmunología clínica de la Universidad de Göteborg, y sus amigos costarricenses Leonardo Mata y Edgar Mohs.

La candidatura de Costa Rica recibió también apoyo de Stewart McKinney, congresista de Connecticut; Yakov M. Rabkin, catedrático de ciencias políticas en la Universidad de Montreal; y de Thomas Weller, catedrático de salud pública tropical de Harvard y premio nobel de medicina en 1954. Estos apoyos se conocen de manera extraoficial, por correspondencia entre las partes.

La fecha límite para la presentación de candidaturas es el 1.° de febrero. Como en años anteriores desde 1983, en 1987 Costa Rica fue candidata, representada por el presidente de turno Óscar Arias Sánchez.

Esto permitió al Comité escoger a Arias por los méritos innegables de su Plan de Paz para Centroamérica, firmado en agosto de 1987 en Esquipulas, Guatemala. Si no hubiera sido candidato desde el 1.° de febrero de ese año, no le habrían podido dar el galardón por algo que ocurrió después de ese férreo cierre de inscripciones. Por esa razón es que los otros presidentes centroamericanos que aceptaron el plan no pudieron ser tomados en cuenta para el nobel de ese año.

El convidado de piedra

Invitado por Arias, don Pepe iba a estar presente en la entrega del Premio Nobel el 10 de diciembre de 1987 en Oslo, pero el viejo guayacán “enfermó” y no pudo viajar. Curiosamente, al día siguiente, en el texto de un discurso oficial entregado previamente al Comité y distribuido a la prensa, se le atribuye a Arias haber dicho lo siguiente: “Uno de mis invitados a recibir este premio, aquí con nosotros, es José Figueres Ferrer, el hombre visionario que en 1948 abolió el ejército de mi patria y le señaló, así, un curso diferente a nuestra historia”. Lo sé porque yo estaba allí, invitado por el gobierno de Noruega, y conservo copias del documento en inglés y español.

Obviamente, a la hora de pronunciar la conferencia, Arias no dijo que don Pepe lo estaba acompañando, pero en el sitio oficial del Premio Nobel el discurso original sigue ahí, con la referencia a la presencia de don Pepe, al igual que en el sitio de la Fundación Arias: don Pepe como una especie de convidado de piedra. Estar (en el papel) y no estar (en la vida real), esa es la cuestión.

A favor de Arias se debe señalar que en 1986 declaró por decreto celebrar el Día de la Abolición del Ejército, en una ceremonia en el Museo Nacional en la que estuvo presente don Pepe.

El 1.° de diciembre del 2023 los costarricenses debemos celebrar los 75 años de la abolición del ejército como se debe, y esperar que los noruegos, prudentes, generosos e inteligentes como son, se apunten también al regocijo de este hecho fundamental de la historia universal, no solo en la de Costa Rica.

bolanosgerardo@gmail.com

El autor es periodista.