El poderío de los buseros logró penetrar en la Casa Presidencial, hace casi año y medio, al punto de que consiguieron cortarle la cabeza al viceministro de Transportes que intentó poner orden en las rutas. Ahora, los transportistas se metieron de cabeza en la Asamblea Legislativa.
Esta vez, obtuvieron el apadrinamiento de 20 diputados para traerse abajo la nueva fórmula de cálculo de las tarifas de buses. Los padrinos salieron de la Unidad Social Cristiana, de Acción Ciudadana y de Liberación Nacional. Los 20 firmaron una carta en la que piden a la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep) suspender esa nueva metodología que solo rebajas ha producido en un año de vida.
¿Cómo entender este favor que le hacen los diputados a los autobuseros? Cuesta comprender el porqué, sobre todo, cuando esa fórmula llevó seis años en su diseño, con estudios técnicos, reuniones, diálogos y audiencias en las que los autobuseros tuvieron voz. Es más, hasta fracasaron al ponerle zancadillas con acciones en el Poder Judicial.
Esa fórmula sustituyó una que se aplicó durante dos décadas, la cual, con el paso del tiempo, se volvió obsoleta, aunque favorable para las empresas y cooperativas.
Así de claro lo ha dicho Dennis Meléndez, regulador general del 2010 a mayo del 2016 y que, como tal, lideró la creación de la metodología.
El 27 de junio del año pasado, Meléndez escribió en este periódico el artículo “Tarifas injustas”, donde reveló que con la metodología obsoleta se fijaron tarifas “hasta un 40% más altas de lo que deberían”. Y, el 11 de octubre, en “Pataditas a la bola”, fue más preciso con un ejemplo.
“Si se movilizaran dos millones diarios de pasajeros, si la tarifa media es de ¢400 y se supone un exceso en la tarifa del 20%, eso significa que los pobres están pagando de más, cada año, unos ¢58.400 millones en los pasajes (casi 9.000 bonos de vivienda en un solo año)”, dijo el exregulador.
Los diputados del PUSC, PAC y PLN, antes que crear nebulosas con el discurso de que la baja en tarifas creará monopolios de transporte, deberían investigar los monopolios de rutas ya creados.
Esos sí son ruinosos, pero para el pasajero de bus, al que, con esas 20 firmas, mandaron al último asiento.
El autor es jefe de redacción en La Nación.