Nombramientos por amiguismo en el servicio exterior

Se le hace un flaco favor a nuestro país cuando ponemos novatos a negociar con sus pares de grandes potencias diplomáticas.

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Costa Rica necesita un servicio exterior profesional. Una representación capaz, competente y eficaz ante el mundo. Después de décadas de aplicar a medias la ley que así lo exige desde 1965, durante los últimos 20 años se ha venido profesionalizando el servicio exterior de forma paulatina, en parte gracias a la exigencia de la Sala Constitucional.

Aunque el país cuenta con más de 150 diplomáticos de carrera, durante la administración Solís Rivera, por primera vez en muchos años, tenemos más funcionarios nombrados por criterios políticos que diplomáticos de carrera en el servicio exterior (por ejemplo, ministros consejeros y consejeros, entre otros).

El perfil de esos funcionarios políticos no es superior al de los diplomáticos de carrera, y corresponde a los segundos capacitar a los primeros, brindarles insumos para que hagan su trabajo y girarles instrucciones. Su nombramiento es eso, un nombramiento político.

A esto debemos sumar que la mayoría inició sus funciones de representación con poca o casi ninguna experiencia internacional relevante y sin las herramientas necesarias para defender con solidez los intereses del país. La buena voluntad no es suficiente para desempeñar un oficio tan delicado como la diplomacia. En otras palabras, los diplomáticos no nacen, se hacen.

Desde que hace un año de prueba en el servicio interno, el nuevo diplomático recibe capacitación del Instituto de Servicio Exterior, y empieza a construir una red de contactos institucionales de mucha utilidad para su desarrollo profesional. Cuando parte hacia su primer destino en el extranjero, ya tiene el rodaje necesario para acometer la delicada tarea de representar al país.

Del mismo modo, el roce y la experiencia adquiridos en el servicio exterior enriquecerá el trabajo que efectuará en el servicio interno, una vez que regrese al país. Y así los funcionarios van adquiriendo experiencia y cumpliendo requisitos que les permiten ir ascendiendo en el escalafón diplomático de acuerdo con su desempeño. El ejercicio de la diplomacia es una opción de vida, no una aventura temporal.

Alto riesgo. El país pierde cuando quienes nos representan carecen de la formación y la experiencia necesarias para ser un interlocutor válido. Por ello, cada nombramiento “en comisión” o político, es por esos motivos un alto riesgo para el país y la defensa de sus intereses. Estas personas reciben el mismo salario que los funcionarios de carrera con más de diez o veinte años de experiencia que trabajan en el mismo sitio, lo cual no tiene lógica alguna.

La curva de aprendizaje de los funcionarios políticos es costosa para el país, pero aún más costoso es tener que indemnizarlos cuando, al cambiar el gobierno, se marchan para su casa con toda la experiencia adquirida. Cada cuatro años sembramos en la arena cuando se vuelven a llenar las plazas en el servicio exterior con nombramientos políticos.

La diplomacia moderna exige una alta especialización y se le hace un flaco favor a nuestro país cuando ponemos novatos a negociar con sus pares de grandes potencias diplomáticas. Costa Rica puede tener un 100 % de funcionarios de carrera en el futuro cercano, como han logrado hacerlo los mejores servicios diplomáticos del mundo, si se convocan exámenes de oposición de forma periódica.

Esto asegura también el relevo generacional y una adecuada jerarquización y organización del trabajo en la Cancillería y en nuestras embajadas y consulados. En este momento, el promedio de edad en las categorías iniciales de la carrera diplomática es superior a los 35 años.

Así como no pondríamos a un abogado a diseñar un edificio o a un ingeniero a diagnosticar a un paciente, tampoco deberíamos seguir nombrando como nuestros representantes ante otros gobiernos y organizaciones internacionales a quienes no han pasado por un adecuado proceso de formación y de acumulación de experiencia, como sí ocurre con los diplomáticos de carrera.

Un mundo altamente globalizado y complejo, en el que Costa Rica aspira a ser un actor importante, así lo exige.

El autor es presidente de la Asociación Costarricense de Diplomáticos de Carrera.