La red vial es una bomba de tiempo

El accidente en Cambronero es una alerta para aunar voluntades con miras a resolver el problema de las carreteras

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Costa Rica es un país bendito. Además de muchos otros atributos, tiene playas bellísimas, valles fértiles y acogedores, volcanes imponentes y cordilleras espectaculares. Aunque son bellas, esas montañas hacen que la construcción de caminos y carreteras sea más difícil que en países con grandes extensiones de terreno plano.

Durante muchísimo tiempo, hemos luchado para mantener en condiciones aceptables los numerosos caminos y carreteras y hacer otros nuevos. En los últimos años, por una serie de circunstancias que no vale la pena comentar, las vías se han deteriorado y hemos sido incapaces de repararlas.

Por ello, estamos ahora ante un problema monumental. La ruta 1, en San Ramón y Esparza, específicamente en Cambronero, continuamente sufre derrumbes que la inhabilitan y, en algunos casos, producen accidentes terribles como el que causó la muerte de nueve personas y muchas otras resultaron lesionadas.

Ingenuamente, pensamos que la construcción de la carretera 27 resolvería los problemas que dificultaban nuestra comunicación con la parte norte del país y el resto de Centroamérica. Un agudo problema que la concesionaria ha sido incapaz de solucionar y que ahora alcanza proporciones dramáticas y en cualquier momento podría dejar incomunicadas a varias comunidades.

La carretera Interamericana, que comunica el Valle Central con la zona sur y Panamá, tiene también varios pasos precarios, que fácilmente podrían producir un aislamiento dificilísimo de esos lugares. La ruta 32, que une al centro del país con las ciudades cercanas a las costas del Caribe, es una amenaza permanente para quienes transitan por ella.

Una época lluviosa especialmente severa agrava los problemas y pone de manifiesto que existe la posibilidad de que varios cantones queden incomunicados y seamos incapaces de recibir turistas y mercaderías.

Es evidente que el país afronta problemas de diversa índole, cuya enumeración también sería superflua. Sin embargo, a mi juicio, por graves que sean, ninguno alcanzaría la magnitud de la incomunicación con el resto del mundo, porque afectaría el comercio, el turismo y muchas otras actividades comerciales.

En la Asamblea Legislativa, en los medios de comunicación, en las redes sociales y en otros sitios se discute sobre los apremiantes retos y sus posibles soluciones. Usualmente, las que propone la administración son criticadas por la oposición y las que estos sugieren no gozan del beneplácito del gobierno.

Por diversas razones, estos enfrentamientos se irán agudizando conforme pasa el tiempo. Sin embargo, ante la posibilidad de la incomunicación, debemos dejar a un lado nuestros enfrentamientos y hacer lo que se requiera para resolver los problemas que sufre nuestra red vial.

Evidentemente, para conseguirlo, lo primero es plantearnos seriamente y con visión nacional si el MOPT es capaz de encontrar las soluciones que tan urgentemente se requieren. Caso contrario, sería necesario buscar la manera de reforzar la labor de ese ministerio. Cuando tengamos definida la real y grave magnitud del problema, deberemos, con celeridad y de manera conjunta, ejecutar las soluciones, para lo cual el financiamiento será indispensable.

Aun cuando todos conocemos las penurias financieras con que lidia el Estado, deberemos buscar los recursos, que, evidentemente, tendrán que venir de fuentes externas.

Para encarar la monumental tarea, es preciso abandonar los intereses electorales futuros y unir voluntades.

En 1856, fuimos capaces de unirnos para afrontar conjuntamente la amenaza de la invasión filibustera; en otras ocasiones, para encarar grandes problemas nacionales, ocasionados por circunstancias externas o por la naturaleza. También, logramos consensos para realizar las tareas urgentes. No tengo duda de que, si nos lo proponemos, podríamos alcanzar los acuerdos indispensables para hallar remedios a la posibilidad de la incomunicación que se cierne sobre Costa Rica.

Diversos grupos y personas han demostrado su preocupación y han planteado propuestas. A manera de ejemplo, señalo los excelentes artículos del economista Federico Villalobos Carballo y del geólogo Roberto Protti Quesada, publicados en La Nación el lunes, 26 de setiembre.

Propongo a las autoridades y a los distintos sectores del país que dejemos de lado los asuntos que nos dividen y que todos juntos busquemos la manera de resolver los problemas de la red vial, una dura realidad que podría tener catastróficas consecuencias a muy corto plazo.

roreamuno@robcr.com

El autor es exvicepresidente de la República.