‘La Nación’ y yo

Todas las mañanas, apenas despierto, lo primero que busco es el periódico

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En el último año de la década de los cuarenta aprendí a leer con ayuda del periódico «La Nación». Eran tiempos de mucha sencillez en la mayoría de los hogares costarricenses.

Las mujeres de mi edad jugábamos en las calles aledañas a nuestras viviendas: rayuela, bola, cuartel inglés, escondido, suiza, cromos, yacses y muchos otros más.

Todos los días, cuando regresaba de la escuela Julia Lang, buscaba «La Nación». Fue así como nació un amor, una dependencia que aún hoy, siete décadas después, subsiste.

Todas las mañanas, apenas despierto, lo primero que busco es el periódico con expectación por lo que voy a encontrar en sus páginas. Jamás cambiaría la edición impresa por la digital, pues la primera me produce una sensación indescriptible, causada por el roce del papel con mis manos, y su olor característico, que me estimula, junto con un café recién chorreado, es la motivación que necesito para enfrentar el día.

Cuando viajo pido que me guarden los ejemplares, y al regresar me pongo al día. Conservo algunos de ellos, especialmente aquellos que en su portada anuncian algún acontecimiento de relevancia nacional o internacional, como el eclipse total de sol, el cambio de siglo, hechos históricos que tuve el privilegio de experimentar y, por supuesto, periódicos del día siguiente de las elecciones presidenciales cada cuatro años.

Igualmente, atesoré el ejemplar del día en que nacieron mis cuatro nietas, y se los fui obsequiando conforme fueron cumpliendo sus quince años, para informarlas sobre el hecho trascendente que ocurrió en el mundo en una fecha tan especial para ellas y para mí.

Ni que decir de los editoriales o artículos de opinión, que por el tema que desarrollaron me impactaron o despertaron mi interés. No puedo dejar de mencionar algunos nombres de escritores y periodistas que recuerdo de muchos años atrás, cuyos artículos disfruté muchísimo, como Enrique Benavides, Julio Rodríguez, Manuel Formoso, Danilo Arias, Bosco Valverde, Eduardo Ulibarri, Edgar Espinoza —con su humor negro— y muchísimos más que sería interminable mencionar. También guardo los artículos de crítica de cine, teatro, música y danza.

No importa si llueve o truena, todos los días bien tempranito el periódico está en la puerta de nuestra casa, gracias a los repartidores.

«La Nación» es parte de nuestra idiosincrasia y son muchas las generaciones que hemos disfrutado y aprendido de este medio de comunicación.

Comparo a «La Nación» con un árbol grande y añoso, de profundas raíces, cuya sombra proporciona trabajo y ve crecer y desarrolla muchos talentos, y que ha soportado fuertes vendavales económicos, sociales y políticos que no lo han derribado, sino que más bien lo han fortalecido y, por eso, constituye un referente, un baluarte, un estandarte de la democracia costarricense.

robesicr@gmail.com

La autora es administradora pública.