Empiece por usted

Lo que hacemos, bueno o malo, impacta en el medioambiente y como una epidemia se extiende hacia los otros, pues somos la gran familia humana y lo que hagamos retorna en algún momento.

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Crecí rodeada de las montañas del valle de Coto Brus, corriendo por los cafetales y comiendo “cuadradas”, las golosinas del recreo. Nuestra diversión era jugar en la poza del río General, de aguas cristalinas, y meternos debajo de las matas de chayote y soñar con que vivíamos en una tierra mágica.

Años después, mi familia emigró a la ciudad en busca de un mejor futuro, decía mi padre, donde pudiéramos estudiar. Entonces, conocí la ciudad, ¡qué diferente de mi valle! Me vi rodeada de vehículos, edificios, fábricas, basura, humo… y así he vivido hasta hoy, mis hijos también y probablemente mis nietos.

En un tiempo, todo fue como mi valle, ¿en qué momento de la historia se rompió el equilibrio? Fue un proceso que tomó miles de años y su principal gestor, sin duda alguna, es el ser humano.

Hay una responsabilidad universal que nos compete relacionada con el bienestar en común de la familia humana como base de la sociedad para encaminarnos a heredar a las generaciones futuras lo mejor que podamos rescatar de lo que hemos dañado sin misericordia.

Estamos atados desde el nacimiento al consumismo. Allá, en el valle, mi madre usaba mantillas de tela para los bebés que tuvo, las lavaba y secaba al sol, pero al venir a la ciudad, había sido inventada la octava maravilla: los pañales desechables, esos motetitos suaves, ahora también olorosos, con encantadores dibujitos, facilitadores de la vida de las madres y los padres, pero dañinos para nuestra callada naturaleza, la cual solo soporta una invención tras otra.

Contaminación. El gran consumo y producción de bienes ha alcanzado niveles altísimos de contaminación, se están agotando los recursos, las tortugas respiran pajillas y los caracoles viven en tapas de refrescos. Pasamos por las cuencas de los ríos y en el cauce vemos los “viejitos” que ya nadie quiere: el televisor, la refrigeradora, el feo sillón... Como el río no habla, ahí le dejamos lo que nos estorba; además, el camión de la basura pasa una vez a la semana y no quiere llevar ese tipo de desechos.

Preguntarán algunos: A este planeta, ¿qué le pasó?, está loco, donde antes era frío ahora nos ahogamos de calor, donde antes había calor ahora hace frío, los glaciares se derriten, enfermedades nuevas aparecen, los mosquitos transmiten virus modificados y el cáncer apaga la salud de más gente cada día.

¿Y el cáncer de piel? Pero ¿cómo no vamos a asolearnos con esas playas en Guanacaste y llegar luego a la oficina a alardear del bronceado? ¿El bronceador?, hay qué torta, se me acabó y lo dejé allá, en la maravillosa playa.

Aparecen, entonces, quienes dicen que debemos cuidar el planeta porque lo estamos perdiendo. Otros dirán: ¡Qué exagerados! con lo grande que es… Yo voy a pasear a todo lado y paso por hectáreas de bosque. No es tan grave el asunto de la deforestación.

¿Cuáles son las cosas que puedo hacer por el planeta? Yo soy docente, mis palabras tienen un poder enorme sobre las generaciones que pasen por mis manos. Si de 35 o más alumnos cada año, unos cinco me recuerdan y se esfuerzan por reciclar el empaque del juguito o recoger su basura cuando van de paseo o rescatar al perrito maltratado porque “la niña dijo”, la Tierra tendrá una tonelada menos de basura y los animales un aliado en su sufrimiento.

Agenda verde. Poner en práctica una agenda verde escolar, cultivar un huerto urbano, utilizar material escolar ecológico, promover el transporte sostenible, concienciar sobre las tres erres, consumir alimentos ecológicos y locales, promover la educación y la diversión ambiental son algunas de las cosas que podemos hacer.

El médico californiano Robert S. Salk sostiene que si desaparecieran todos los insectos de la Tierra, en menos de cincuenta años desaparecería toda la vida, y si todos los seres humanos desaparecen, en menos de cincuenta años todas las formas de vida florecerían.

Los problemas ambientales afectan a los pobladores del planeta por igual porque no podemos desligarnos del entorno del cual somos parte. Es como dañar la pieza de un rompecabezas; al hacerlo se afecta todo el rompecabezas, pues pierde su forma.

Lo que hacemos bueno o malo impacta en el medioambiente y como una epidemia se extiende hacia los otros, pues somos la gran familia humana y lo que hagamos retorna en algún momento. ¿Cómo hacer que todos comprendamos este fenómeno de causa y efecto? Empiece por usted.

La autora es educadora.