El desastre de Versalles

El fin de la Primera Guerra Mundial, hace 100 años, no acabó con todas las guerras, sino que disparó todas.

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El Tratado de Versalles produjo el trastorno más grave de la historia mundial moderna. En lugar de restaurar el orden del mundo, los diplomáticos que se reunieron en 1919 en París lo hundieron de modo irrecuperable en el caos del siglo XX.

A finales de la Gran Guerra, los diplomáticos se enfrentaron a un mundo fragmentado que parecía estar en medio de un quebrantamiento psíquico masivo de antiguas combinaciones de Estados e imperios, de la desintegración de órdenes económicos, del capitalismo del siglo XIX, de la erupción de desastres repentinos, de motines y asesinatos, de la tiranía y el desorden, de la frivolidad y la desesperación, la alegría y el terror de tal magnitud como para paralizar la mente. En vez de restaurar el orden mundial, tomaron el caos y lo sellaron como condición permanente de nuestro siglo.

Con estas palabras, “les prometo que esta va a ser la última guerra, la guerra que acabará con todas las guerras”, Woodrow Wilson se mostraba optimista. Ante aquella guerra tan horrible, los vencedores necesitaban creer que los sacrificios traerían beneficios perdurables. Pero las guerras que el hombre emprende raras veces resuelven problemas, y mucho menos pueden eliminar uno tan arraigado como la propia guerra.

Bueno, la historia es testigo irrefutable de que las guerras han continuado y continuarán porque a la humanidad se le acaba pronto el idilio de la paz. Más allá de lo político e ideológico, económico o comercial, en lo cultural muchas veces está inserta la necesidad de la lucha, tal como la practicaban las antiguas civilizaciones. No hemos avanzado mucho sobre la guerra en cuanto a comportamiento primitivo o patrones ancestrales. Esa forma característica de la civilización humana en exterminarse hasta que no quede nadie que pueda brindar testimonio.

La evolución de la guerra. Las guerras no terminan, solo se posponen y continúan en otras formas menos perceptibles a la conflagración y al campo de batalla abierto, a la lucha cuerpo a cuerpo y las muchas formas que adopta.

Este fenómeno del interbellum se explica desde las guerras de primera, segunda, tercera, cuarta y quinta generación. En nuestros días hay una combinación de todas las anteriores, donde imperan las de cuarta y quinta generación en “campos de batalla virtuales”, donde todos somos parte sin disparar una bala.

Anteriormente se explicaba desde las guerras de guerrillas, la guerra convencional y la guerra nuclear. No cabe duda, en aquel interbellum de avances tecnológicos de eficiencia y eficacia militar, el hombre había ganado experiencia en el terreno de la matanza masiva. Tanto es así que, para cuando la Segunda Guerra Mundial terminó, los líderes del mundo reconocían que la amenaza de la guerra era mucho más real que nunca y que sería más constante. Tenían razón.

Desde 1945 ha habido revoluciones, guerras de independencia, descolonización, guerras de guerrillas, guerras convencionales, guerras nacionalistas, guerras económicas y comerciales, embargos y bloqueos económicos y las guerras por los recursos estratégicos.

El temor de un posible holocausto nuclear sigue inquietando a la humanidad. En la década de 1960, las superpotencias idearon una estrategia de “destrucción mutua asegurada”. Lo que perseguían era contar con suficientes misiles y sistemas de lanzamiento como para asegurarse de que el enemigo perdiera el 25 % de la población civil y el 50 % de la capacidad industrial, independiente del bando que iniciara el conflicto, tal como lo hicieron contra la Alemania nazi.

Pero la verdad es que esa estrategia para conservar la paz del mundo desvela a la mayoría y despreocupa a unos pocos en cuanto al lucrativo negocio de la guerra. Las armas nucleares proliferan y los conflictos regionales continúan ocasionando un sinnúmero de muertes. Las más recientes, en Siria y Yemen, en un juego de las potencias regionales y extrarregionales, así como la posibilidad de un conflicto nuclear sigue amenazando a la humanidad.

Aunque casi todo el mundo anhela ver el fin de las guerras, pocas personas creen que ese objetivo se vaya a alcanzar con una guerra u otro tipo de estrategia. Desde 1945 hasta nuestros días ha habido más de 160 conflictos bélicos. Los seres humanos ya no declaramos la guerra ni le ponemos fin, vivimos en ella. Estamos inmersos en una época de violencia en masa a la cual le han dado el nombre de paz.

El fin de la Primera Guerra Mundial hace 100 años no acabó con todas las guerras, sino que disparó todas.