Carta para el señor Jacques Sagot

El país donde yo vivo sabe que tiene retos, pero lucha cada día por superarlos

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De antemano me disculpo, señor Sagot, si mis palabras simples y llanas no complacen su afición por un léxico rimbombante. A mí me gusta escribir sencillo para que la gente me entienda a la primera. No sé si Emma Stone, una veinteañera a quien sin pena yo vosearía, llegará a leer mi mensaje, pero a usted prefiero ustedearle, por respeto a sus canas.

Quiero invitarle a que venga a Costa Rica para que conozca un país donde la idoneidad para un cargo público no descansa en un título académico, sino en el mérito de trabajar por años de cara a la pobreza, mano a mano con líderes comunitarios que llevan una vida entera pulseando su derecho a una vivienda digna. Venga al país donde una de las personas a quien usted acusa de recibir más sueldo del debido terminó enjaranándose para reparar el error administrativo del que fue víctima, y así acabar con toda la novela.

Si viene a Costa Rica, señor Sagot, ya no va a poder conocer “la platina”, porque ya no existe. Pero podrá transitar por el puente Alfredo González Flores, así bautizado para honrar a quien presidió este país y afirmó: “La administración que conmigo se inaugura está dispuesta a no consultar, para la provisión del personal que ha de ocupar los distintos puestos públicos, más que la capacidad técnica y moral de los individuos que a ellos llame”, para que recuerde usted a las viceministras sin títulos de Yale, que tanta indignación le causan. También podrá conocer el puente Yolanda Oreamuno, recién terminado, y muchas otras obras de infraestructura vial, cuya inversión aumentó 0,38% del PIB entre el 2013 y el 2015.

Lucha contra el crimen. Venga vea lo que es vivir en un país que está avanzando en la lucha regional contra el crimen organizado y que está a la espera, en junio, de una recalificación de su desempeño en la materia por parte del Grupo de Acción Financiera Internacional, al tiempo que trabaja duro desde el Viceministerio de Paz en la apertura de los Centros Cívicos por La Paz para beneficiar a más de 850.000 personas, atacando el flagelo del narcotráfico desde su raíz: la convivencia social y la formación integral de las personas, para que más niños bailen y canten, y menos se armen y se maten.

No se pierda la puesta en marcha de una inversión de más de ¢288.000 millones en la Política Nacional de Saneamiento de Aguas Residuales, incluida la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales Los Tajos, donde serán procesados el pipí y el popó de un millón de personas. Esta planta, la más grande de Centroamérica, será capaz de sanear el río Tárcoles, para que usted pueda ver cocodrilos limpiecitos, como le gustan.

Si viene a Costa Rica, señor Sagot, le invito a conocer los innumerables esfuerzos ciudadanos por la convivencia vial que están surgiendo en todo el país. Venga vea cómo la bicicleta comienza a ser tomada en serio como un medio de transporte viable, eficiente y saludable. Conozca los 15 km de vías para bicicletas que se están gestando en la ciudad capital. Aunque tengo que admitir que en esto estamos parcialmente de acuerdo: nos falta mucho camino para desterrar la marginación del peatón y acabar con el reinado del vehículo particular. Pero para allá vamos.

Música. Venga a Costa Rica para que comparta su don de músico con los esmerados estudiantes de La Cueva de Luz, apasionados del arte y orgullosos habitantes de La Carpio, uno de los barrios con más identidad comunitaria de todo el país.

Pero si su sombra de Jung le impide llegar hasta ahí, tal vez pueda toparse a la Orquesta Sinfónica de La Carpio en un lugar más familiar para usted, como el Teatro Nacional, donde se presenta año tras año. Solo no espere verlos de frac; que el hábito, aunque usted no lo crea, señor Sagot, no hace al monje.

El país donde yo vivo sabe que tiene retos, pero lucha cada día por superarlos.

El autor es consultor.

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