Atomización

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En Costa Rica no impera el multipartidismo, sino la atomización política. El derrumbe de uno de los dos polos del sistema bipartito vigente hasta el año 2002 desencadenó un reacomodo de fuerzas que, en la visión más optimista, todavía es obra en proceso.

La Asamblea Legislativa aparenta estar integrada por ocho bancadas, suficientes para considerarla un archipiélago, pero está mucho más fraccionada. Si fuera por voluntad de los electores, habría tres representaciones unipersonales: las de Renovación Costarricense, Restauración Nacional y el Frente Amplio. En realidad hay, cuando menos, seis, si se consideran las declaratorias de independencia de Luis Fishman, Carlos Góngora y José Joaquín Porras.

El PLN nunca pudo disimular la escisión entre los diputados leales al arismo y el resto de la bancada. Si hoy parecen estar cohesionados, la impresión responde más a la proximidad de los comicios que a la definitiva solución de las contradicciones. Los liberacionistas probaron ser dos fracciones y, ocasionalmente, alguna más.

La mejor testigo es la presidenta, Laura Chinchilla, martirizada por la división interna durante los dos primeros años de gestión y apenas aliviada cuando la lucha de tendencias distrajo la atención del arismo y puso coto a sus pretensiones de cogobierno.

La novena y décima bancada se cobijan bajo las tiendas del PAC. Unos responden a la línea fundacional de la agrupación política y a su líder histórico, Ottón Solís. Otros se apartan de él sin preocuparse por disimularlo.

Como la del PLN, la división del PAC no pasó sin consecuencias. El público conflicto en torno a la Ley de Solidaridad Tributaria y las contradicciones manifiestas a partir de ese momento no se resuelven con la incorporación de Otóon Solís y Epsy Campbell a la nómina de aspirantes a diputados. Antes bien, esas candidaturas presagian la fractura de la próxima bancada, en línea con la tradición de un partido con demasiados deseos de inclusión y muy pocos de coherencia.

El alejamiento de Carlos Góngora tampoco salva al Movimiento Libertario de comportarse como dos bancadas. Patricia Pérez permanece en la fracción, pero no comulga con ella. Y van doce. Algo parecido ocurre en la Unidad Socialcristiana, donde Wálter Céspedes parece marchar al ritmo de su propio tambor, desde hace tiempo distante de la tendencia calderonista.

La fracción del PASE es la decimoquinta, si todavía pertenece a la agrupación luego de anunciar su respaldo a las aspiraciones de Johnny Araya. En promedio, hay 3,8 diputados por bancada y a cada uno el reglamento le concede amplias posibilidades de descarrilar los procesos legislativos. ¿Será posible gobernar?