A favor de la prueba de idoneidad

La prueba de idoneidad no solo ayuda a contratar a las personas mejor calificadas, también tiene otros usos para la mejora del magisterio

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Desde el 2020 es ley que antes de la contratación por el Ministerio de Educación Pública (MEP), quien aspire a ocupar un cargo docente debe aprobar una prueba de idoneidad, herramienta para seleccionar a las personas mejor preparadas.

Además de un filtro puntual en el proceso de selección, la prueba de idoneidad es una oportunidad para nutrir otros dos momentos cruciales en el magisterio: la formación inicial y los procesos de inducción y desarrollo profesionales en la carrera docente.

La prueba de idoneidad no solo ayuda a contratar a las personas mejor calificadas, sino también a que los resultados sirvan para que las universidades analicen las fortalezas y debilidades de su proceso formativo. Con esta información se democratiza la elección de universidad, ya que los futuros estudiantes podrían ver el historial de desempeño de la facultad que van a elegir a través de la prueba de idoneidad.

En la actualidad, no existe un estándar de formación docente entre universidades. Es decir, dos personas pueden tener el título en docencia en la misma materia de dos universidades diferentes y esto no significa que poseen formación equiparable en calidad o contenido.

El primer paso para crear este estándar en contenido fue el “Marco nacional de cualificación docente”. El segundo paso, en la calidad de formación, la herramienta que ahora tiene el Estado para hacer esa distinción durante la contratación es la prueba de idoneidad.

Posterior a la contratación de quienes pasen la prueba, el MEP contaría con un bloque de información muy útil. Tendría en sus manos el perfil exacto del grupo que está contratando. Contaría con un mapa de sus fortalezas, oportunidades de mejora y una línea base para proceder con la inducción a la carrera docente, reconocida como buena práctica internacional.

El MEP debería hacer uso de las experiencias de inducción practicadas en otros países e instituir un formal acompañamiento, seguimiento y uso de otras herramientas. Como buena práctica, la inducción dura aproximadamente dos años en Suiza, Japón y Nueva Zelanda, por ejemplo; en Costa Rica no existe. Son fases donde las nuevas personas docentes se integran a una comunidad de aprendizaje y se inicia una cultura de desarrollo profesional basada en la mejora continua.

Todo lo anterior podría ser nuestra realidad. Podríamos ser un país que entiende que en el corazón del buen aprendizaje está el personal docente bien preparado, seleccionado y acompañado. Evaluar la idoneidad en el momento de la selección es un buen punto de partida.

La autora es especialista en políticas públicas y directora ejecutiva de la Fundación Yamuni Tabush.