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Ayer llegó a Costa Rica, en gira por América, una réplica de la urna que contiene varias reliquias de don Bosco, fundador de la Congregación Salesiana. Hace 103 años, el 20 de julio de 1907, llegaron los padres salesianos a Cartago. De allí, se desplegaron por el resto del país. Legiones de profesionales y técnicos, y un sinfín de jóvenes atestiguan la eficacia de su método educativo. El 21 de setiembre del 2007 el Congreso declaró a la Orden Salesiana “Institución Benemérita de la Educación Costarricense”.

El paso de don Bosco por Costa Rica da que pensar. Nos visita, desde Turín, en un punto de inflexión, cuando, por un disparo mortal en un colegio, cargado de interrogantes y escaso de respuestas, quizá nos saque de nuestro sopor y guíe nuestro estupor. El visitante de ayer, hoy y mañana, don Bosco, nos trae con su mano amiga –la real y la metafórica– una respuesta. Se llama método preventivo, la síntesis de su filosofía y práctica educativa. En 1841 dijo: “No hay jóvenes malos, hay jóvenes que no saben que pueden ser buenos”. Aquí comienza la inspiradora mayéutica de don Bosco.

Don Bosco vivió la experiencia de lo humano juvenil El actual rector mayor de los salesianos, Pascual Chávez, sintetizó el mapa de la marginación y de la explotación juvenil en el mundo en cinco páginas inapelables. En ellas habla de los “muchachos nadie” por la pobreza, el abandono, el desamor, la ignorancia o la exclusión. Su fórmula: respeto, amistad, razón y valores para que el ambiente fértil y responsable –sobre todo, responsable por ambas partes– desplace y airee el ambiente contaminado, todo lo cual supone una nueva visión desde el hogar (donde los padres han renunciado a educar con el ejemplo y la palabra) y en la escuela (donde muchos educadores son empleados o burócratas, y los buenos educadores, víctimas de la violencia).

Las inversiones en recursos intangibles, como se ha dicho, son las más rentables. En el fondo, se trata de abrir las puertas del corazón. Las puertas del espíritu –dice Kierkegaard– se abren de dentro hacia fuera. La gran cuestión es que la llave la tiene el joven (hijo o alumno), como enseña el rector mayor de los salesianos. La mano amiga (no alcahuete ni impune) de don Bosco, conectada con la razón, hace el milagro. He aquí la esencia del sistema preventivo.

¿Un método conservador? Sí y, por ello, esencial y perenne. No hay otro mejor. La primera inclinación del ser humano es la conservación en la esencia de su ser. Esta es “la nueva sensibilidad”, esto es, el retorno al origen, pretensión de radicalidad o volver hasta el punto de surgimiento, de que nos habla Alejandro Llano, en el que se encarnan la familia y la educación.