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Alguien escribió que la onda expansiva del bien alcanza a los confines de la Tierra: comienza dentro de uno mismo. El amor maternal configura esta potencia. Desgraciadamente, el mal desarrolla también una fuerza expansiva. Lo prueba la noticia dada ayer por la prensa nacional que, de seguro, a todos nos ha lesionado moralmente.

No es posible quedar indiferentes. La indiferencia es, a la vez, una dimensión del mal. “Una bebé –dice la noticia de ayer– de solo cuatro meses de edad, murió de desnutrición tras estar sin comer por, al menos, siete días”. Esto no ocurrió en un país remoto asolado por la sequía, la guerra o el hambre, sino en nuestro país, en Costa Rica, el país más feliz del mundo. A partir de ayer, somos menos felices. La verdad real conspira contra la felicidad imaginaria y, más aún, contra la felicidad insolidaria.

La noticia desnuda y brutal, inhumana, rebasa toda estadística. No se trata solo de una bebé de cuatro meses que murió de hambre en su casa, tras siete días de no poder comer porque sus padres –adoptivos o no, poco importa– le negaron todo alimento. Se trata, sobre todo, de ponernos en la situación de una bebé que sufre, hora tras hora, de hambre y de sed crecientes, que llora y llora, y, luego, calla y calla, que percibe ruidos, luces y voces, que poco a poco se van apagando, sin poder ella racionalizar por qué' No podemos imaginar jamás, como adultos, ese trance terrible en que la vida de una bebé se entrega sumisamente en brazos de la muerte.

Tampoco podemos imaginar el grado de inhumanidad y de indiferencia de Maribel Cisneros Guerrero o la de su cómplice Emanuel Ugalde Rojas, asesinos de su hija, de tres años de edad, ahogada, en una lavadora, y, ahora, por desnutrición, de la bebé tomada en adopción. Solemos llamarlos monstruos, pero los monstruos, a diferencia de ellos, no piensan ni son libres ni responsables. Esta pareja, por el contrario, como otros compatriotas, frente al derecho supremo de la vida, piensan, son libres y responsables, a la hora de preferir la cultura de la muerte. Esta es la diferencia.

La indiferencia se extiende a la funcionaria del PANI quien, según el tribunal respectivo, realizó, frente a sus obligaciones perentorias, “un trabajo de escritorio”, esto es, deshumanizado, una conducta carente de buen juicio y de solidaridad que ya acumula demasiados casos y expedientes en Costa Rica, causa de buena parte de nuestros problemas sociales.

¿Crisis fiscal? Ojalá fuera así. Sufrimos tres crisis peores: el (ir) respeto a la vida, el déficit de solidaridad humana y la crisis de la indiferencia. Tres ondas expansivas'