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Cuando, a principios de marzo, llegaron seis vagones de España a Limón para completar el servicio de ferrocarril entre Belén y San José, en el viaje hacia la capital la gente, al advertir su paso, se detenía y aplaudía con entusiasmo, como niños con juguete de nuevo. Miguel Carabaguíaz y su equipo en Inconfer han dado la talla.

En el rápido proceso de construcción del Estadio Nacional y en estas ansiosas semanas previas a su inauguración, el próximo sábado, los costarricenses no caben en sí de alegría o, a la tica, de contentera. Subdesarrollados ante el decrépito estadio nacional, ahora hemos dado un salto cualitativo. Hasta se han organizado romerías deportivas, con guías especializados y todo, para visitarlo, y al frente de sus instalaciones se apostan las familias y, de noche, se acurrucan las parejas para disfrutarlo.

¿Por qué? Porque nuestro pueblo aprecia lo bueno y lo nuevo, y, desde hace tiempo, el Estado, sumido en la rutina y en la maldita tramitología, nos ha privado de sorpresas gozosas que eleven y refuercen nuestra autoestima. Más bien, las malas noticias, las chambonadas y las tonteras nos han acorralado y erosionado la confianza en las instituciones públicas. El caso de la pletina nos ha ruborizado y la publicación de WikiLeaks, el domingo anterior en La Nación, donde se describe, desde la óptica de los extranjeros, nuestra caída en picada, por nuestro enmarañamiento mental, legal y práctico, nos ha desnudado. (Esta publicación, por cierto, es una síntesis de lo que este periódico ha escrito y comentado por varios años en contra del nadadito de perro y de la inadecuación entre la palabra y la práctica).

Pero, ¿somos inútiles? No, mil veces no. Hemos carecido de liderazgo consistente (estable y sólido), que no se arrugue ante los problemas morrocotudos o ante las presiones. Mil veces sí. Basta repasar la prensa. Sin embargo, diversos proyectos nos dan confianza para quebrar el muro de la inconsistencia. Este lunes informó este periódico sobre el gigantesco proyecto del ICE, fiel a su grandioso historial hidroeléctrico, en el Reventazón($1.200 millones). Por su parte, el AyA ha programado una reforma encomiable ante el sensible desafío del agua. Y los sancarleños han recuperado la sonrisa por la anhelada carretera.

Durante dos años, la UCR ha clamado por la ejecución de un fideicomiso de $800 millones, equivalente, por su repercusión, a la segunda gran reforma de esta universidad. Fuerzas externas lo han detenido. La inconsistencia en toda su magnitud, como las refriegas por la modernización portuaria de Limón. ¿Cómo vencer la inconsistencia para mostrar obras dignas de Costa Rica? Esta es la cuestión.