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El gran escándalo. Este no es el tema más estimulante para comenzar el año nuevo laboral, pero, eso sí, es el más apropiado, por angustiante. La madre de todas las cuestiones: la educación, pues todo lo demás vendrá por añadidura.

¿Escándalo por qué? Porque el año 2010 se cerró con una noticia que hace crujir el alma y los huesos. Proviene de un comentario formulado por el magistrado Fernando Cruz en la sesión de la Corte Plena del 29 de noviembre pasado. ¡Qué bueno y saludable que la Corte Plena se plantee estos temas capitales sin miedo al qué dirán ni a las reacciones de los grupos de presión!

La Nación condensó así la noticia el 30 de diciembre anterior: solo 11de 211 abogados ganaron un examen de conocimientos básicos para participar en el Programa de Formación Inicial para Aspirantes a la Judicatura. Nota mínima: 70 puntos. Se hizo la “curva” salvadora para completar con 14 más el cupo de 25 alumnos exigidos. Hace varios años, solo 26 de 216 lograron la nota mínima de 80 para el examen de fiscal. Estos no son exámenes de desarrollo, sino de marcar, tan temidos en nuestro país por estudiantes y profesores. El desarrollo requiere conocimientos, dominio de la lengua y capacidad de raciocinio, un trinomio desdeñado en la educación nacional.

En estos exámenes solo participan los abogados aspirantes a la Judicatura. Los otros compiten en el mercado profesional, donde hay de todo. Sin embargo, aquellos, por su elevada función: la Administración de Justicia, deberían ser los mejores. Por ello, este asunto, como expresó el magistrado Cruz, es de la mayor trascendencia, junto con la integridad moral. No vale, por ello, el pretexto de que este es el resultado de un solo examen y que nuevos exámenes darán una visión suficiente de la persona. Esta es una falacia por cuanto desdeña el conocimiento. Cada persona es un todo, pero el conocimiento, en el orden profesional, es el punto de partida. De lo contrario, como sabemos, se impone la chambonería y nos meten, sin rubor, gato por liebre.

Este divorcio entre la forma y el contenido, entre otras dimensiones y el saber, ha sido el pan cotidiano de la educación, causa del facilismo imperante, de tantos títulos sin conocimientos, de tantos bluf, de tantos charlatanes y de tantas universidades que, sometidas a una evaluación justa, no calificarían como colegios de secundaria. En el campo del Derecho, somos, al parecer, el país más productivo, por los títulos, del mundo. Y se puede afirmar, sin abuso, que las profesiones liberales están en crisis.

Y la crisis de calidad, como sabemos, afecta brutalmente la política y la función pública.