En Vela

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Entre lo mucho que hemos aprendido en esta Copa Mundial en Sudáfrica, bajo el alero de Mandela y la nostalgia de Gandhi, quien hizo sus primeras armas abogadiles en este país, figura la semejanza de la cúpula de la FIFA con algunas de la política frente al ogro de la corrupción.

No hay torneo deportivo donde la corrupción no asome su rostro perverso. Y lo hará siempre. Estamos condenados los humanos a soportar su acoso y aun sus triunfos, lo que no debe ser motivo de desánimo, pues para nuestro contentamiento siempre, a la postre, triunfan la verdad, la honradez y el amor. El hombre –dice Pascal– supera al hombre. Si así no fuera, no quedaría en el mundo títere con cabeza.

Pues bien, en este Mundial hemos aprendido, como se ha dicho, que el futbol ha innovado, menos en la aplicación de la tecnología para hacer justicia en trances decisivos. Uno de ellos es la evidencia del gol, como el desechado por el árbitro uruguayo Jorge Larrionda a Inglaterra frente Alemania o el avalado a Argentina ante México, tras la comedia del árbitro italiano, Roberto Rosetti, ante los ojos atónitos de millares de millones de aficionados en el mundo.

La explicación del empíreo futbolístico, la FIFA y los miembros del International Board, rebasa todo sentido de justicia y de racionalidad. Dicen ellos que el futbol necesita pasión, polémica, ardor y que estos episodios balompédicos, gol o no gol, penal o no penal, frontera entre la copa o la nada, son la razón de ser del futbol. Si la tecnología penetra en estos parajes delirantes, dicen ellos, donde las almas de los aficionados se ven en carne viva, el futbol perdería su razón de ser. Quedamos notificados los humanos: la fría tecnología no se aviene con la justicia y esta –¡cielo santo!– adormece la pasión.

¿Por qué estos honorables caballeros brindan tan paupérrimo argumento? Porque no existe otro, aunque bien saben cuál es la verdad o el criterio ético, el mismo que en el futbol exaltaba Camus. Si la tecnología revelara la verdad en los lances dramáticos del futbol (lo que se puede hacer en pocos segundos), el poder del árbitro sumiso se eclipsaría y, por lo tanto, el poder de los dueños de la FIFA sobre algunos de estos se esfumaría.

La tecnología, alimentada por la ética, es un instrumento maravilloso de transparencia y de eficiencia. He aquí la cuestión. Por ello la temen los poderes descaminados o incompetentes, sabedores de que, en la confusión, el papeleo, la burocracia y la ineficiencia, está el negocio. Honorable cúpula de la FIFA, ‘verdad’, en griego, se dice aletheia, que significa ‘quitar los velos’.