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En estas dos últimas semanas, a raíz de una columna sobre el fideicomiso de la UCR-Banco Nacional de Costa Rica, han intercambiado opiniones funcionarios de ambas instituciones. No es mi intención terciar de nuevo sobre las razones recíprocas. Sea suficiente reparar en una conclusión general.

En el artículo del vicerrector de Administración de la UCR, publicado ayer en La Nación, se lee lo siguiente: “El fideicomiso UCR-BNCR se comenzó a negociar en 2007, su suscribió en noviembre de ese año, recibió el refrendo de la Contraloría el 30 de enero de 2008, pero hasta marzo de 2011 el fiduciario no fue capaz de alcanzar los fines para los que se le contrató”. En segundo lugar, en este proceso, en cuanto a los Fideicomisos de Desarrollo de Obra Pública, surgieron abusos, piedras o tropiezos sobre la figura jurídica, y, en tercer lugar, la UCR contaba con los terrenos y con la capacidad financiera apropiada.

He aquí, en síntesis, el historial de un país con todas las condiciones para alcanzar elevadas y envidiables metas de desarrollo, pero que no ha querido pasar de las palabras a los hechos, del proyecto a la ejecutividad, y que, por diversas razones: miopía, maraña legal, chambonería, modorra de los mandos medios, falta de liderazgo, o miedo cerval a los grupos de presión, se ha adormecido y ha preferido el clásico nadadito de perro, en el que predomina la ficción de que se está avanzando. En fin, un problema mental que, por dicha, no se apoderó de nuestros antepasados.

Desde hace años, somos un país de suspiros y de cabos sueltos, con raras y honrosas excepciones, con el agravante de que, por falta de ejecutividad, todas las sinfonías y charangas inconclusas nos han estallado ahora en la cara, precisamente en una situación internacional con todos los visos y temores de un sunami, cuando se torna dramático fijarle un rumbo a la barca nacional y cuando los más dispares grupos políticos, empresariales y profesionales del país, también con conocidas excepciones, se han concertado para “pensar” en ellos y solo en ellos, y erigir el NO en bandera, himno y escudo.

Repito: la UCR comenzó a negociar en 2007 un fideicomiso para llevar a cabo megaproyectos de interés universitario y nacional, que permitan el acceso a una formación integral, la mejor forma de trazarle un rumbo al país y de salir a flote en este mundo' y todavía, contra su voluntad, no logra, después de cuatro años, coronar su sueño. Una triste historia que se repite.

El 1.° y el 8 de mayo de cada año juzgamos al Gobierno de turno. Juzguémonos todos por el derroche irresponsable de nuestro mayor tesoro: el tiempo.