En Vela

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Esta ha sido la semana de la tregua legislativa –de dos días– para desahogar la agenda diputadil, en vista del cansancio y esterilidad de los padres y madres de la patria, atosigados y atarantados por el plan fiscal.

Si el poder corrompe, según la clásica sentencia, atonta cuando se ejerce a lo loco. Desde este punto de vista, el plenario legislativo progresó, esto es, se desatontó y descubrió un resquicio de lucidez. ¿Por cuánto tiempo? He aquí el enigma, pues la tregua política de la charlatanería debe, para tener sentido, abrir la solitaria y pedregosa senda de la seriedad. La tregua sirvió, asimismo, para que el ministro de la Presidencia y el jefe de fracción del PLN recuperaran las ventajas de la comunicación y la coordinación.

La tregua ha de servir, sobre todo, para pensar. Si el Parlamento es la casa de la palabra, debe serlo, previamente, de la razón. En esta tregua se dijo que el plan fiscal acumuló 10.766 mociones en su desbordante cháchara y requirió 21.532 votaciones hasta el martes pasado. Esta es la cuestión de fondo, pues un Parlamento –el primer poder del Estado– que exhiba ante el mundo tanta charlatanería está condenado irremisiblemente al ridículo y, en él y con él, al subdesarrollo del país.

Más de 10.000 mociones para entorpecer la tramitación de un proyecto y más de 21.000 votaciones para fingir que se está avanzando. ¿Qué significan estos números? El triunfo de la mala fe o de la estupidez humana. Mala fe, pues el fin es destruir, y estupidez porque solo en un conjunto de mentes enfermas cabe la posibilidad de redactar tantas mociones con sentido para argumentar contra un proyecto de ley. Nadie en su sano juicio es capaz de una tarea semejante, sobre un solo proyecto de ley, excepto que haya perdido el sentido de la moral y de lo razonable.

Pues bien, esto ha pasado en Costa Rica en estos meses. Nos hemos convertido en el hazmerreír universal. A esta degradación ha llegado una de las democracias más sólidas del mundo por la indiferencia y el miedo general, particularmente de los intelectuales y profesionales (la conciencia lúcida de la patria), por el envilecimiento de los partidos políticos y la doblez de los expertos en hacer mofa de los problemas y soluciones del país.

En fin, 10. 766 mociones y 21. 532 votaciones, sobre dichas mociones, durante la tramitación, por algunos meses, de un proyecto de ley empantanado y contaminado, que ha rematado, por hastío, en una tregua acordada para que la oposición retire 160 mociones por día para compensar las que no se votarían en los días de tregua' ¡Qué poco vale una curul!