En Guardia

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Buscando soledad en la tregua de fin de año, hallé la compañía de Elliette Ramírez, amiga de juventud, hoy poetisa consumada. La recordaba por Nostalgia y simetrías del silencio . Su más reciente producción – Hoguera infinita (prologada por Carmen Naranjo y elogiada por Alfonso Chase)– establece un lazo envolvente entre el lector y la sensualidad de sus versos, del que no me pude escapar. De la mano me condujo a los claroscuros de su alma para convencerme de que el amor tiene más de cinco sentidos. Y ahí, en sentido figurado, se suscitó este diálogo, que transcribo para Uds.

Cuéntales a mis lectores: ¿has estado alguna vez en guardia?

- En guardia empuño la desolación desnuda. Sacudiré la muerte si es preciso con este vendaval de estrellas que me diste…

Y ¿cómo sobrevives en el voraz mundo de las letras?

- Amo, multiplico y disperso los signos de mi yo con la pasión de ser libre.

Muy bien, si eres tan libre, ¿qué le dirías al hombre de tu vida?

- Basta mirarnos para temblar y gemir. Lúdico y sabio el manglar de mi cuerpo rastrea el brasero creciente de tu savia llevándome a soñar canciones para acariciar tu piel.

Sí, no cabe duda, eres una pluma hecha deseo. ¿Anidas fantasías?

- Manoseo lúdicas fantasías y tras el rastro de tu olor, tu amor es un banquete inagotable.

¿A quién albergarías en el seno de tus senos?

- Mi piel te invita a exiliarte en mi cuerpo, azares y cantos en la noche silvestre . Mis pies acarician la ola. Descalza la luz el arco iris, el sol festeja con la luna un orgasmo visual.

Perdóname, Elliette, pero este juego de palabras se está poniendo muy personal. Yo sé que no era tu intención, ni la mía. Son cosas –dirás– de la poesía. ¿Se te escapó el indómito corcel de la palabra?

- Hay aromas de sándalo y madreselva en este juego de ardores... Marea de cimas y abismos, plenitud del sol, aire, fuego, agua. Y tú y yo bajo el rescoldo del sol.

Por favor, no me hagas tejer fantasías ajenas. ¿Será que mi pluma te describe?

- Me vuelves exacta; me ratificas en la redondez del amor inevitablemente encadenados.

Perdón, Elliette, yo sé bien que no soy yo, sino él, el negro de tus dardos. ¿Estás desamparada?

- Este insomnio hace y deshace la esperanza con una cruel mansedumbre de líquenes blancos y, sin saberlo tú, me haces sentir desamparada.

Te aseguro, Elliette, que no era mi intención. ¿Cómo desamparar a la amiga que se admira y respeta por lo bello que su pluma espeta? Guardaré, abierta, tu poesía para repasar mi poema favorito pensando en que, quizás, alguna vez, lo habré de compartir con alguien especial, a orillas del mar: Te adentrabas en la noche de mi caracola abierta, brindis íntimo, mareas encontradas y, sobre tu piel, mi caracola abierta…