En Guardia

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Pepito, un pícaro pero aventajado alumno de la Escuela de Economía, preguntó cuál era el verdadero uso del encaje. La profe se ruborizó. Luego, con aplomo, respondió: para esterilizar parte de la liquidez de los bancos, disminuir el crédito y combatir la inflación. Hasta ahí, todo iba muy bien.

Pero resulta que Pepito era pertinaz, como un yuyo: entonces, ¿por qué encajar los empréstitos externos si el crédito en dólares no ha crecido? La profe dijo ignorar la razón y sacó el borrador de la respectiva resolución. Preste, profe, yo soy más rápido que Ud. Y leyó en voz alta el considerando A, donde se justificaba la medida “en la necesidad de uniformar los encajes en todas las monedas por ser fuente potencial del gasto en la economía”. La profe guardó conspicuo silencio.

Pepito no se conformaba con respuestas mediocres ni explicaciones antojadizas, a la usanza oficial. Su razonamiento era muy lógico. Si el verdadero fin fuera uniformar encajes, incluyendo los de largo plazo, deberían haberlo hecho hace años, cuando el crédito en dólares se disparaba y ponía en peligro la estabilidad. Si no lo hicieron fue para favorecer a los bancos privados que se endeudaban afuera sin correr ningún riesgo cambiario, pues lo asumía el Banco Central. Sin encajes, prestaban a tasas mejores y obtenían pingues ganancias. Con razón esta economía se dolarizó.

Era un caso Pepito; seguía hurgando respuestas. En el considerando B, leyó: “En la coyuntura actual existe gran flujo de capitales”. Ah, ya sé por dónde va la bola. ¡Qué ratas! En el fondo, quieren intervenir el tipo de cambio, pero no se atreven a decirlo abiertamente para no contradecir el fundamento legal y económico de las bandas, agregó. Ahora se están quemando y no quieren perder credibilidad. La profe quedó anonadada. Ahuevada, diría Pepito. Sentía que no supieron justificar sus intenciones ni aportar cifras del flujo de capital para medir su efecto cambiario. Y, aun así, era mejor encajar que adquirir reservas, por el efecto en la inflación.

Luego se invirtieron los papeles: dígame, Pepito, ya que la semana pasada intervinieron para defender la banda inferior, ¿reducirán concomitantemente el monto programado para adquirir $600 en reservas? Técnicamente sí, respondió él, pues el motivo, fin y contenido, según la resolución, era llegar al monto justo de reservas requeridas, y no más. Pero Ud. sabe cómo son de gaveteros. La profe sonrió. Le concedió razón. Y tomándolo cariñosamente de la mano lo condujo hasta la soda para invitarlo a un café y platicar más sobre la transparencia sutil de los encajes. ¡Dichoso Pepito –exclamaron sus compañeros–, tan sagaz y tan suertero!