En Guardia

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Ni la presidenta Chinchilla ni su ministro de Relaciones Exteriores, René Castro, han manejado adecuadamente la crisis con Nicaragua. Sugiero respetuosamente un viraje de 90 grados.

Lo primero es reconocer que los nicas han sabido ser más fuertes y astutos que los ticos (por ahora). La ingenuidad y pañuelitos blancos agitados tímidamente por un puñado de párvulos risueños, nos retrata. Se nos olvidó la frase fuerte del Himno Nacional: Cuando alguno pretenda tu gloria manchar, verás a tu pueblo valiente y viril' Da pena escudarse en ese sueño idílico de una paz desdentada que profesan algunos, siempre dispuestos a poner la otra mejilla.

Enrique Castillo hizo una defensa brillante de nuestra posición ante la OEA. Esbozó muy bien el derecho (invasión ilegítima y daño ambiental); aportó las pruebas con esmerado detalle; rebatió tenazmente la tesis opositora (no es un tema de discrepancia sobre límites), pero falló en la petitoria. Jamás debió aceptar la propuesta de Insulza de “solicitar” en vez de “exigir” el retiro de las fuerzas armadas invasoras ni, tampoco, que nosotros hiciéramos igual. Si no invadimos a nadie, no teníamos por qué huir de nuestro territorio. Tampoco debemos sentarnos a dialogar sin condiciones.

¿Dónde está la OEA acusadora que otrora expulsó a Honduras de su seno? ¿Por qué no sancionó a Nicaragua como sí se ensañó con Honduras? Sabemos que Insulza es proclive al ALBA y que a René Castro lo mapearon como débil y complaciente (solo así se explica su aceptación de satisfacciones verbales ante daños ambientales). La reacción de Ortega era de esperar. En declaraciones al diario La Prensa aseveró que no cumplirá la decisión de la OEA, que irá a la Corte Internacional de la Haya; que la isla Calero es nicaraguense y que, además, le tiene el ojo puesto al río Colorado. Colorado debería estar de verguenza.

Si bien no tenemos ejército, hay otras maneras de sacudirse. Podríamos romper relaciones diplomáticas y consulares a ver qué hace Ortega con el desempleo, o acudir al TIAR para exigir la liberación de nuestra tierra y protección militar ante los invasores. También podemos, como sugirió el expresidente Arias, acudir a la ONU en busca de satisfacción, una vez agotadas las instancias regionales como exige su estatuto orgánico, y desplegar una ofensiva diplomática ante Gobiernos amigos. Pero temo que la jugada de Ortega es devolver eventualmente a Calero, con todo su mosquero, para hacernos sentir triunfalistas y poder hacer, a cambio, todo el daño ambiental y comercial que quiera en el San Juan, incluyendo un posible canal interoceánico, sin que podamos después abrir la boca.