Editorial: Urge abrir la puerta de Caldera

La saturación del puerto se suma a otros factores, como las limitaciones impuestas por la sequía en el canal de Panamá, para incrementar costos a exportadores e importadores

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El país viene perdiendo $100 millones anuales por los costos excesivos de exportar hacia la cuenca del Pacífico y de importar bienes de esa región. El sobreprecio se traslada a los consumidores nacionales y nos resta competitividad en el extranjero. La principal causa del desajuste es la insuficiencia del puerto de Caldera, identificada desde hace unos ocho años.

El tiempo transcurrido no se aprovechó para actualizar la capacidad del puerto del Pacífico y hoy, pese al impacto sobre los costos, cargas normalmente manejadas en Caldera comienzan a utilizar las instalaciones de la Junta de Administración Portuaria y de Desarrollo Económico de la Vertiente Atlántica (Japdeva).

Granos y vehículos hasta ahora importados por Caldera comienzan a llegar por Limón. Al rezago de la terminal del Pacífico se suma, como segunda causa del encarecimiento de las operaciones, la sequía experimentada por Panamá, cuyo canal, a diferencia de otras rutas similares en el mundo, se alimenta de dos lagos, especialmente el Gatún.

En consecuencia, el canal de Panamá no maneja el mismo número de barcos y limita la carga en cada uno de ellos. Es razón de más para asegurar la eficiencia de las instalaciones portuarias nacionales, pero Caldera maneja, en los perores momentos, hasta un 120 % de la carga para la cual está capacitada, según Rodney Salazar, directivo de la Cámara de Exportadores (Cadexco).

El problema viene en aumento y algunas navieras ya evitan el puerto puntarenense. Las instalaciones siguen en espera de las medidas paliativas anunciadas para sobrellevar la situación mientras se celebra la licitación internacional de la concesión, cuyo ganador estará a cargo de modernizar las instalaciones.

Wagner Quesada, presidente ejecutivo del Instituto Costarricense de Puertos del Pacífico (Incop), dice contar con un plan para atender la saturación y disponer, en octubre, del cartel de licitación. El objetivo es adjudicar la concesión un año después para tener todo listo cuando venza el contrato actual.

Exportadores, importadores, diputados y el país en general deben estar atentos al cumplimiento de la promesa, porque el puerto es demasiado importante para permitir el vencimiento de la concesión sin que exista forma de darle continuidad ordenada, como sucedió con la revisión técnica de vehículos, su precaria solución de emergencia y el mar de dudas agitado en su entorno. Esperar al vencimiento del contrato de Caldera es exponer al país a una salida de urgencia, casi seguramente a costa del mejor resultado.

Mientras tanto, las demoras, las dificultades para movilizar carga, las limitaciones de bodegaje y la necesidad de utilizar otros puertos cuando el de Pacífico sería más conveniente seguirán afectando la competitividad y el precio final de los bienes en el mercado local. Las mejoras paliativas pueden disminuir los efectos de la saturación en estos momentos, pero quedarán lejos de eliminarlos.

Las mejoras del flujo de camiones durante la jornada nocturna y la agilización de la exportación de contenedores vacíos para incrementar la capacidad de almacenamiento del puerto y los estacionamientos transitorios, por ejemplo, aliviarán en parte la saturación, pero no la impedirán. El plan no contempla obras de infraestructura, porque es tarea del próximo concesionario, salvo la inversión de $1 millón en los patios para agregar un carril a la vía de ingreso y abrir espacio a otras operaciones logísticas.

También es importante reflexionar sobre el camino transitado para llegar a las lamentables circunstancias de la actualidad. Un país privilegiado, con costas en dos océanos y abierto al mundo por necesidades derivadas del tamaño de su mercado, no puede tener cerrada una de sus dos puertas al exterior.