Editorial: Más trabajo, menos salario

Las mujeres laboran siete horas más que los hombres cuando ingresan al mercado laboral remunerado.

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Las mujeres empleadas en labores remuneradas trabajan siete horas más que los hombres todas las semanas, cuando se considera el tiempo invertido en los quehaceres del hogar. El dato resulta de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, efectuada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos.

Más que sorprender, los datos confirman una realidad fácil de percibir. Menos evidente es la lentitud del cambio generacional, décadas después de la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral. Según el estudio, los patrones de comportamiento siguen bien afincados y persisten entre personas con edades de 12 a 19 años.

Los comportamientos de los jóvenes reproducen las conductas de padres y madres en los hogares. Las mujeres dedican 35 horas y 49 minutos a labores domésticas, mientras los hombres invierten tan solo 13 horas y 42 minutos en las mismas tareas. En el empleo remunerado, los números se invierten, porque los hombres trabajan 49 horas y las mujeres solo 35.

La diferencia, aparentemente contradictoria con las siete horas laboradas de más por las mujeres cuando se considera todo el trabajo, en conjunto, y no solo el doméstico o el remunerado, se debe a la composición casi pareja de la muestra entre habitantes del campo y la ciudad. En la zona urbana hay muchas más mujeres incorporadas al mercado laboral y, en promedio, apenas dedican 13 horas menos que los hombres al trabajo remunerado, pese a la brecha, significativamente mayor, de horas dedicadas al trabajo en el hogar. La injusticia salta a la vista. La mujer debe tener posibilidades de incorporarse al mercado laboral sin pagar el altísimo precio de una sobrecarga de trabajo.

El Índice global de la brecha de género 2016 del Foro Económico Mundial ubicó a Costa Rica en el puesto 32 de 144 países, con un avance de seis puestos en relación con la medición anterior. Ese resultado, sin embargo, le debe muy poco a la igualdad en el trabajo y las remuneraciones.

El país se ubicó en las mejores posiciones en los indicadores de educación (30) y empoderamiento político (20), pero en participación económica cayó al puesto 105 y al 82 en cuanto a la brecha salarial específicamente. El ingreso estimado por el estudio para las mujeres es de $10.970 y de $18.860 para los hombres. En suma, la mujer trabaja mucho más y gana mucho menos.

Quizá por eso, casi la mitad (46 %) de las mujeres con pareja dependen del hombre como proveedor y encuentran en los oficios domésticos una barrera para ingresar al mundo laboral. Otro 29 % de las mujeres empleadas en trabajos remunerados no logran aportar siquiera el 40 % del total de ingresos familiares y solo el 25 % de las casadas o en unión de hecho (172.261) ganan tanto como la pareja, según datos de la Encuesta Nacional de Hogares del 2015.

Existe, por supuesto, una relación entre la escolaridad de la mujer, su inserción en el mercado laboral y el nivel de ingresos. Siete de cada diez mujeres de escasos recursos y baja escolaridad carecen de ingresos. En contraste, un 35 % de las mujeres del quintil más alto, con educación universitaria, contribuyen por parejo al ingreso familiar y la cuarta parte de ellas se constituye en proveedora principal.

Los datos, así como la simple observación de nuestra realidad, confirman cuánto trabajo queda por hacer, especialmente en el campo de la educación. La mujer la necesita para aprovechar las oportunidades del mercado laboral y el hombre, para entender la falta de equidad y la necesidad de remediar esa carencia.