Editorial: El narco no se combate con eslóganes

El exceso de confianza en los escáneres pudo ser útil para asentar las credenciales del gobierno en la lucha contra el narcotráfico, pero nubla la vista ante la complejidad del problema

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La instalación de dos nuevos escáneres en la terminal de contenedores de Moín es una estupenda iniciativa contra el narcotráfico. Ojalá el gobierno haga cuanto esté a su alcance para colocar aparatos de revisión electrónica en todos los puntos de ingreso y salida aérea, marítima o terrestre. El error es transformar la adopción de la tecnología en un eslogan y darle un valor excesivo, como si bastara para derrotar a los traficantes.

La instalación de los escáneres en Moín y el envío de la Fuerza Pública para hacerse cargo de la vigilancia recibieron el rimbombante título de Operación Soberanía, y el gobierno se dedicó a proclamarla un éxito contundente. Hace poco más de 15 días, en Puntarenas, el presidente de la República aseguraba que por las instalaciones portuarias de Moín no había salido “un grano” de cocaína desde el inicio de la operación. Ahora sabemos que desde ahí han zarpado cientos de kilos. No es culpa de los escáneres.

Apenas instalados, los aparatos ayudaron a detener 898 kilos de cocaína disimulados en un embarque de plátanos destinado a Bélgica. Pero los aparatos y sus operadores no lo lograron por sí solos. Las sospechas surgieron del análisis y perfilamiento ejecutado por los investigadores de la Policía de Control de Drogas (PCD) en un barco que transitaba por el puerto. Fueron ellos quienes enviaron el contenedor a revisión.

El caso ejemplifica la complementariedad de diversas técnicas para impedir el tráfico de drogas, pero ningún sistema es infalible. Aquel decomiso también trae a la mente la decisión de retirar a la Policía de Control de Drogas de puertos, aeropuertos y fronteras, donde su especialización es requerida.

“En lugar de fortalecer los puntos de ingreso y salida del país, se retiró a la policía especializada y se colocó personal sin experiencia ni capacitación”, dijo el 18 de setiembre Jonathan Flores Mata, criminólogo y representante sindical en el Ministerio de Seguridad Pública. Según su criterio, el retiro de la PCD es una “ocurrencia” que solo beneficia a las estructuras criminales.

El exceso de confianza en los escáneres pudo ser útil para asentar las credenciales del gobierno como una administración decidida a luchar contra el narcotráfico, pero nubla la vista ante la complejidad del problema y la variedad de flancos que es necesario atender. El tráfico de drogas no se combate con un eslogan construido a partir de la adición de medidas de detección en un puerto determinado.

Moín es el principal puerto del país y, por razones obvias, también es punto de partida de la droga destinada a Europa. No obstante, hay otros, como el puerto operado por Japdeva, de donde salieron 560 kilos con destino a Alemania, detectados en días recientes junto con el segundo embarque salido de Moín hacia Róterdam. También en ese puerto es necesario fortalecer la seguridad.

No obstante, la principal ruta de las drogas por nuestro territorio es de sur a norte. Son envíos destinados a Estados Unidos por tierra, mar y aire. A menudo, los carteles utilizan una combinación de los tres y nunca tocan los puertos de Limón. Ojalá el país recuperara el radar retirado hace años por el gobierno de los Estados Unidos, pero, si lo logra, también sería un error encontrarle un nombre al acontecimiento y proclamar la pulcritud de nuestros cielos.

El tráfico internacional de drogas no es un problema de comunicación, sino de estrategias bien diseñadas, por expertos en la materia y con policías bien entrenados para ponerlas en práctica. Claro está, deben ser dotados de los mayores avances tecnológicos posibles, incluidos escáneres en los puntos de riesgo.