Editorial: Agua para el desarrollo

Entre los culpables del desabastecimiento está la proverbial falta de planificación y la escasa inversión en el desarrollo y mantenimiento de infraestructura

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Hay 35 proyectos inmobiliarios varados en la Gran Área Metropolitana (GAM) por falta de agua. El Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (AyA) no da abasto, pero la demanda crece. En 31 zonas de la mayor concentración urbana del país, el agua no alcanza para satisfacer las exigencias de nuevos residenciales, oficinas y comercios.

En San Antonio de Escazú, Guadalupe, Tres Ríos, Alajuelita, Mata Redonda, San Rafael de Coronado, San Pablo de Heredia, El Guarco y San Juan de Dios de Desamparados, es cada vez más difícil conseguir la carta de disponibilidad de agua requerida para tramitar los demás permisos de una construcción.

En parte, la escasez es producto del propio desarrollo urbano, caracterizado por el uso desordenado del suelo, la falta de preocupación por las necesidades de recarga de los acuíferos y los irracionales hábitos de consumo, fortalecidos por una estructura tarifaria que no valora el recurso en su justa dimensión, entre otros factores.

Pero entre los culpables también está la proverbial falta de planificación y la escasa inversión en el desarrollo y mantenimiento de infraestructura. Sabemos, desde hace años, de la necesidad de habilitar nuevas fuentes de agua para la GAM, pero los proyectos avanzan a paso lento. Mientras tanto, desperdiciamos buena parte del líquido en tuberías plagadas de fugas y el robo de agua a través de tomas ilícitas es un mal crónico.

La afectación de la calidad de vida y el desarrollo económico se hace evidente cuando se sufren periódicos racionamientos en la zona metropolitana y el freno a la construcción, con pérdida de miles de empleos y aumento en el costo de viviendas, oficinas, comercios y locales para la industria.

En Mata Redonda, uno de los distritos de mayor dinamismo en el mercado de bienes raíces, una empresa decidida a levantar dos torres de apartamentos espera los permisos. El retraso eleva los costos financieros. También, incrementa los precios de los materiales de construcción. En consecuencia, el costo final de los 178 apartamentos subirá entre un 5 y un 6 %. Mientras tanto, hay 430 empleos directos y 360 indirectos esperando que comience la obra, estimada en $15 millones.

El proyecto es uno de 35 ejemplos identificados para la información publicada en este diario el domingo 21 de noviembre. Conocedores del sector dicen saber de muchas iniciativas archivadas esperando un mejor momento o, quizá, destinadas a no prosperar jamás. La GAM debe poner orden a su crecimiento, pero no puede dejar de ofrecer a la población albergue y locales para la actividad económica a precios razonables.

El AyA ejecuta 23 obras para aumentar el caudal del acueducto metropolitano en el marco de un plan valorado en ¢31.000 millones y estructurado después de la sequía del 2019; sin embargo, solamente ha logrado concretar tres iniciativas. Las demás, promete, quedarán habilitadas entre el 2023 y el 2025.

No sabemos cuántas sequías habrá hasta entonces y tampoco el número de proyectos afectados, pero del presente solo podemos aprender para no repetir los errores en el futuro. Las obras de ampliación del caudal con nuevos pozos e interconexiones resolverán los problemas de abastecimiento durante 15 años, mientras el AyA cosecha los frutos del plan para la reducción del agua no contabilizada y el nuevo acueducto Orosi II.

También, hay un plan para levantar los impedimentos a los proyectos congelados con el fin de permitirles avanzar en otros trámites mientras se logra satisfacer sus necesidades de agua. Las soluciones rápidas y hasta las transitorias pueden salvar un gran número de proyectos, pero el remedio definitivo exige inversión y, en consecuencia, una revisión de las tarifas.