Xenofobia

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Quien publica lo que escribe debe superar dos obstáculos inescapables: sus propias deficiencias de expresión y las deficiencias de comprensión de sus potenciales lectores. Pero ahí no acaba todo. Son frecuentes los malentendidos causados por el empleo de palabras cuyos orígenes no están claros en la memoria del idioma y por ello demandan un mínimo de atención por parte del autor y de paciencia del lado del lector. Por ejemplo, la palabra “xenofobia”, que figura en el léxico de casi todas las lenguas modernas con el signifi cado de “odio al extranjero”, y cuya raigambre griega sugiere que es muy antigua, no apareció en los diccionarios antes de finales del siglo XIX, según resulta de una investigación del escritor griego Vasilis Alexakis, quien llega a la conclusión de que en el mundo helénico ese término sería un sinsentido, una imposibilidad lógica.

Para ese autor, xenós significaba originalmente “huésped” y, porque en Grecia –al igual que en otras culturas antiguas– al extranjero se le debían ciertas cortesías y se llegaba al punto de que quien recibía bajo su techo a un visitante estaba obligado a protegerlo incluso de las amenazas de muerte, el término pasó a significar “extranjero” o “inmigrante”.

No podía, entonces, tener curso una palabra cuyo significado vendría a ser “odio al huésped” y lo más lejos que se llegó, en un discurso patriótico de Pericles, fue a acusar a los espartanos de haber practicado, posiblemente por momentáneas razones militares y sin connotaciones de odio (fobia), la xenilassia, o prohibición de la llegada de extranjeros.

¿Significa eso que en las sociedades primitivas se daban menos que en las actuales los rasgos que hoy consideraríamos xenofóbicos?

En las Sagradas Escrituras , parte del “Libro de los Jueces” –“cuando aún no había rey en Israel”– está dedicada a la narración de un episodio en el que una coalición de once tribus israelitas, al quemar y pasar a cuchillo la ciudad de Guibeá como castigo por haber irrespetado las normas de la hospitalidad, estuvo a punto de hacer desaparecer para siempre la tribu de Benjamín. (Por cierto, esta historia pareciera ser una especie de “versión actualizada” de aquella de Sodoma y Gomorra en la que Lot se vio obligado a proteger, con riesgo de su vida, a sus huéspedes, los mensajeros de Jehová).

El que nuestra civilización hiciera nacer, como con fórceps, la palabra “xenofobia” en el siglo XIX podría significar algo demasiado siniestro para nuestro futuro como para no tomar nota de ello.

(*) Fernando Durán es doctor en Química por la Universidad de Lovaina. Realizó otros estudios en Holanda en la Universidad de Lovaina, Bélgica y Harvard. En Costa Rica se dedicó a trabajar en la política académica y llegó a ocupar el cargo de rector en 1981.