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Que la visita del filósofo polaco Adam Schaff a Costa Rica, cinco o seis años después de la caída del sistema marxista leninista de Europa oriental, haya pasado casi inadvertida, podría deberse a que el pensador polaco nunca dejó de autocalificarse como comunista. Por un motivo especial, el visitante departió, durante un almuerzo, con un pequeño grupo del cual tuve la suerte de formar parte.

Las circunstancias del encuentro no eran las más apropiadas para que se diera la exposición formal que habríamos deseado escuchar, pero las explicaciones del filósofo sobre lo que, según él presentía, sería el futuro del mundo, fueron muy ricas. De aquella ocasión recuerdo algo que viene al caso con motivo de la acertada decisión del gobierno de no poner obstáculos al tránsito de los africanos que cruzan el país con el único fin de llegar, en busca de refugio, a Estados Unidos.

Schaff predijo un incontrolable éxodo masivo de africanos indocumentados a través del Mediterráneo, y comentó que, en el período siguiente al desplome de los regímenes comunistas europeos, cuando las potencias occidentales ya festejaban alegremente el colapso económico de Rusia, Ucrania y Bielorrusia, un dirigente del nuevo régimen prooccidental de Polonia, para curarse en salud ante la posibilidad de que la nueva situación generara un enorme flujo migratorio eslavo hacia el oeste, había declarado que su país estaría dispuesta a abrir un “corredor migratorio” para que el problema tuviera que ser encarado por los países más occidentales de Europa y por Estados Unidos. Es decir, por los principales beneficiarios –si no los propiciadores– de lo que, se suponía, sería la inminente balcanización del mundo eslavo ortodoxo. “Nosotros os abriremos nuestra frontera si vosotros continuáis rumbo a Alemania, Francia, Inglaterra o Italia”, habría de ser, tal vez, la consigna.

El temido sunami humano del este no se produjo finalmente, pero al referirse al posible nuevo corredor polaco, Schaff no dio la impresión de objetarlo. En cuanto a la riada africana, la predicción del filósofo fue certera. La lección es que, aun cuando nuestra geografía podría ser menos propicia que la de Polonia para aplicarla, la idea del corredor no es tan absurda como para que el presidente Solís la desestime al planificar una forma de eludir un problema que Costa Rica no contribuyó a agudizar bombardeando el norte de África. Por supuesto, a nuestro gobierno aún le queda la alternativa de subvencionar a los coyotes.

Fernando Durán es doctor en Química por la Universidad de Lovaina. Realizó otros estudios en Holanda en la Universidad de Lovaina, Bélgica y Harvard. En Costa Rica se dedicó a trabajar en la política académica y llegó a ocupar el cargo de rector de la UCR en 1981.