Tres tesis sobre el tipo de cambio

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El tipo de cambio ha demostrado una gran estabilidad en el último año. ¿Cómo explicar su constancia? Tres tesis divergentes se barajan en el mundillo financiero, una de las cuales me convence; las otras no.

La más conspicua sostiene que el Banco Central cultiva, de hecho, una política de cambio fijo ajena a la flotación administrada e interviene en el mercado para impedir cualquier ajuste capaz de mover las cotizaciones arriba o abajo de ese nivel fijo. Yo no la comparto. Más bien, percibo algún rescoldo ajeno porque logró en ocho meses lo que no pudieron cosechar en ocho años.

La segunda imagina ver correr al Banco Central tras un tipo de cambio real, como se persigue una cometa, dando tumbos en el aire para evitar que el tipo de cambio nominal se aparte de ese supuesto valor real. Tampoco la comparto. El Central ha reiterado no estar dispuesto a perseguir un tipo de cambio real, ni ningún otro valor, que no sea la itinerante tendencia del mercado.

¿Cómo saber si el Central se inmiscuye maliciosamente en el mercado? No hallé evidencias cuantitativas suficientes para denunciar que está forjando, como Vulcano, un ancla cambiaria. Alguien puede alegar que si compra unos millones por ahí o por allá y luego los vende a un ente público pervierte la pureza sacrosanta de una flotación virginal (irónicamente, ahora todos son librecambistas). Pero son argumentos de caja chica. El test fundamental, exigido por el FMI para todos los países, es observar la evolución de las reservas netas durante un período prolongado. El 1.° de enero del 2015 eran $7.211,4 millones; el 10 de junio registraba $7.236 millones (excluyendo $1.000 millones de eurobonos). Vemos con claridad que prácticamente se han mantenido. Esto deshace la tesis de un cambio fijo labrado a punta de reservas, y da margen para acomodar la estacionalidad.

Cuando un banco central no gana ni pierde reservas, es señal de que algo bueno ocurre en el mercado.

Esto nos lleva a la tercera tesis, la más persuasiva: el mercado cambiario está (más o menos) equilibrado; el tipo de cambio responde (grosso modo) a los “fundamentales”; la última misión del FMI analizó puntualmente el sector externo y concluyó que el cambio actual era sostenible; el público también percibe que no está desalineado y respira tranquilo, pues ya sabe, por experiencia, qué es un mercado alebrestado. El Banco Central también lo sabe y actúa de conformidad. Yo me alegro. Ahora podrá migrar al esquema de inflation targets, última estación en la gran peregrinación iniciada en octubre del 2006.

(*) Jorge Guardia es abogado y economista. Fue presidente del Banco Central y consejero en el Fondo Monetario Internacional. Es, además, profesor de Economía y Derecho económico en la Universidad de Costa Rica.