Tenue esperanza

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No todo está perdido en este país. Nuestra democracia, casi siempre disfuncional, de vez en cuando saca fuerzas de su flaqueza para sorprendernos. La semana pasada, nueve partidos políticos representados en la Asamblea Legislativa depusieron sus diferencias para aprobar cuatro proyectos sobre pensiones y otorgar la “vía rápida” a otros dos de gran relevancia. Un rayito de esperanza.

Enmendar los regímenes de pensiones con cargo al presupuesto del Poder Ejecutivo era un paso necesario, indispensable diría, para empezar a enderezar el problema mayor: déficit fiscal y sus secuelas en tasas de interés y deuda pública. De momento, solo se aprobaron cuatro de los proyectos en primer debate. Falta el segundo y definitivo. Ojalá se realice pronto para convertirlos en ley. Recuerden el viejo refrán: entre el tazón y la boca, a veces se cae la sopa.

Reformar los regímenes de pensiones satisface varios anhelos democráticos. Rescata los principios de justicia y equidad dañados por leyes del pasado a favor de quienes no las merecían (en relación con sus cotizaciones), las pensiones desfundadas falsean la sostenibilidad de los regímenes y también contravienen el fundamento esencial de toda pensión solidaria: una ayuda básica para vivir decentemente en la vejez, pero no para hacerse rico. Por eso, todos los diputados que concurrieron con su voto merecen una felicitación, sin excepción.

Dicho lo anterior, debo recalcar que repara apenas una parte muy pequeña del gran hoyo fiscal. Aunque no se ha cuantificado aún el ahorro potencial, cifras originalmente de Hacienda las estimaban en un 0,26% del PIB. El Fondo Monetario Internacional las estima en un 0,25% del PIB, incluidas transferencias similares a otras entidades. Si el déficit fiscal ronda el 6% del PIB, la reforma aprobada (presumiblemente incluido el ahorro en pensiones del Poder Judicial) representa una parte veinticuatro veces más pequeña del faltante total, o un duodécimo si el objetivo es llevar el déficit al 3% del PIB. Apenas una untadita.

En términos macroeconómicos, una reducción tan pequeña no significa (casi) nada. Sería insuficiente para romper la tendencia creciente de la deuda pública, reducir las tasas de interés, generar confianza para estimular (a mediano plazo) la inversión, crecimiento y empleo. Tampoco, para liberar recursos y dar espacio a la inversión pública. ¿Cuál es, entonces, mi mensaje? Señores diputados, dieron juntos un buen paso adelante, pero falta un largo trecho por andar.

Si llegan al final se pondrían una flor en el ojal.