Stephan Brunner y las vacas flacas

Stephan Brunner recurrió al Viejo Testamento para regañar a los empresarios, pero el Nuevo Testamento lo contradice

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Casi dos siglos antes del desarrollo de la teoría económica, la parábola bíblica de las monedas ya contradecía el motivo del regaño del primer vicepresidente de la República, Stephan Brunner, a los exportadores por no haber hecho reservas para afrontar los años de “vacas flacas”, como procedió sabiamente el faraón egipcio, de acuerdo con el relato en el Viejo Testamento.

Según la parábola en el Evangelio de Mateo, el reino de los cielos es como un hombre que antes de emprender un viaje llama a sus siervos: a uno le da 5.000 monedas; a otro, 2.000, y al tercero, 1.000. El primero negoció enseguida con las monedas y ganó otras 5.000. El segundo también duplicó el monto recibido. Pero el tercero enterró el dinero. Al regresar, el hombre quedó muy complacido por el desempeño de los dos primeros, y al último lo calificó de malo y perezoso, pues, cuando menos, debió haber depositado el dinero en el banco para ganar intereses.

Aun si los empresarios se hubieran dedicado a acumular reservas, según el tardío consejo de Brunner, les habría pasado como al siervo a quien le entregaron las 1.000 monedas: la pérdida sería cuantiosa en lo personal, producto de la caída del precio del dólar de ¢700 a casi menos de ¢500 en un lapso de dos años, y a escala nacional por los miles de empleos directos e indirectos dejados de crear.

Por ende, la leyenda de las vacas flacas egipcias se aplica a la microeconomía, al rentista, al poseedor de un pequeño capital que estará mejor en un banco que debajo del colchón, y la parábola de las monedas, a la macroeconomía, mucho más compleja y difícil de manejar guiándose por los sueños, bolas de cristal o la lectura de las hojas de té, como parece ser la recomendación de Brunner de ahora en adelante.

La razón, sin ser economista, indica que lo más beneficioso para el país es el vigor empresarial, aunque en ese transitar no todos recibamos una porción semejante del pastel. Al Estado le corresponde agrandar el tamaño de la tajada mediante políticas públicas beneficiosas para todos, incluido el tejido empresarial.

Sin embargo, sobre las actuales autoridades está recayendo una responsabilidad nunca antes vista en el ensanchamiento de la brecha entre la población. No solo están deprimiendo la economía mediante el manejo imprudente del tipo de cambio, sino también debilitando los programas sociales y el sistema educativo público, catalizadores hasta hace poco de oportunidades para aspirar a un nivel de vida mejor.

Quizás las universidades deberían considerar seriamente incluir la lectura de algún libro sobre la interpretación de los sueños en la carrera de Economía porque vacas mucho más flacas comienzan a bramar.

gmora@nacion.com

La autora es editora de Opinión de La Nación.