Solís y la prensa

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El artículo de opinión del presidente, Luis Guillermo Solís, del domingo anterior, contiene varios puntos sobre los cuales me gustaría aceptar su invitación a generar discusión nacional.

Es cierto que la situación económica del país no es tan caótica como para afirmar que estamos en la peor crisis de la historia. De momento, la economía crece poco, pero crece. La inflación, las tasas de interés y el tipo de cambio muestran estabilidad. Pero, por otro lado, muchos hemos venido advirtiendo sobre la preocupante pérdida de competitividad del país y la frágil sostenibilidad de las finanzas públicas. Son problemas de larga data, que no se le pueden achacar a este gobierno, pero le toca lidiar con ellos.

La combinación de bajo crecimiento con déficit fiscal elevado es una bomba de tiempo que, eventualmente, explotará si no se atiende correctamente.

Muchas empresas han anunciado el cierre o la merma de operaciones recientemente. En algunos casos, estas medidas pueden obedecer a situaciones de mercado, pero la realidad es que muchos empresarios –los que ponen el dinero para invertir– han decidido trasladar toda o parte de sus operaciones a otras naciones por razones de competitividad.

Esta es una mala señal para el país, especialmente cuando el nivel de desempleo es del 10%.

Los inversionistas financieros también han levantando una bandera de advertencia.

El Gobierno colocó los bonos de deuda externa esta semana a una tasa de interés similar a la del año pasado. Pero, en realidad, eso lleva implícito un premio de riesgo que es 120 puntos mayor. Es decir, el Gobierno tendrá que pagar $12 millones más en intereses cada año porque los inversionistas –los que ponen el dinero para prestarle al Gobierno– consideran que la situación fiscal es preocupante.

Al reconocer estas verdades, podemos decir que lo que sucede en el país no es exageración de la prensa o de los que critican al Gobierno. El mismo don Luis Guillermo reconoce que se han equivocado en ocasiones, y aún falta mucho camino por recorrer para resolver muchos de los problemas.

En ese sentido, si se quiere mejorar la situación, la labor fiscalizadora de la prensa es fundamental. Lo malo debe ser resaltado para corregirlo y para no volver a caer en los errores del pasado. Por eso, jamás debemos caer en la censura de la prensa al pretender obligarla a resaltar solo lo bueno, como lo han hecho algunos presidentes populistas sudamericanos.

Se requiere una prensa y de una ciudadanía muy activas, si en realidad el deseo es evitar que caigamos en la peor crisis de la historia del país.